Raul Molina

La Usac está llamada a jugar un papel esencial en la transformación del Estado, mejor si acompañada por el G-4. Debe recoger la inconformidad generalizada frente a los pésimos gobiernos nacionales y peores cuerpos legislativos y judiciales, y empujar la urgente reingeniería de las estructuras, la eficiencia y transparencia en las funciones de éstas y la plena democratización de los procesos de toma de decisión. Para asumir y ejercer este papel, sin embargo, la Usac debe dar el ejemplo de transformarse a sí misma, como entidad estatal autónoma; solamente así tendrá la autoridad moral para contribuir con estudios, propuestas y liderazgo para refundar el Estado guatemalteco. Para generar alguna esperanza de salir del Estado fallido, la juventud universitaria debe reasumir su rol histórico y actuar ya.

Así, la reforma más inmediata debiese producirse en el seno de la AEU. Esta asociación ha sido secuestrada por un grupúsculo de mal llamados estudiantes, que la utilizan para sus propios deleznables propósitos. Es una obligación moral para el estudiantado honesto unirse en la lucha por desplazar a la mafia que maneja la AEU; no hay interés estudiantil más importante que devolver a la AEU su dignidad, para que pueda convertirse, de nuevo, en instrumento al servicio de las y los estudiantes y de las mayorías del pueblo de Guatemala. Simultáneamente, el proceso de Reforma Universitaria debe continuar, si bien no corresponde solamente a las y los estudiantes lograrla; autoridades, profesores y trabajadores deben responsable e inteligentemente buscar los cambios sustanciales necesarios. Se han diseñado ya instrumentos para el diagnóstico actualizado de la universidad y, al pasar las tareas del ámbito de las comisiones al pleno de la comunidad universitaria, empieza a generarse mayor interés. La participación generalizada es esencial, en pleno uso de la autonomía universitaria. Apegados a la realidad, se reconoce que por mucho entusiasmo y determinación política que en este momento se genere, el proceso aún tomará bastante tiempo, más allá de la administración presente de la Usac. Esto es lamentable, porque es inadmisible que el proceso electoral para Rector se realice sin transformar, a fondo, el proceso electoral, que hoy es antidemocrático y fuente de ilegitimidad.

La lógica nos aconseja, entonces, que el proceso de reforma universitaria se haga por etapas. Debería concentrarse ahora toda la energía en cambiar las normas de la elección de Rector, de manera urgente, para que las elecciones de 2018 garanticen la continuidad de la reforma y no que la descarrilen. El principio constitucional de dichas elecciones es la participación equitativa de profesores, egresados y estudiantes de la Usac. Eso debe aplicarse universalmente, ampliando el proceso a Centros Regionales y Escuelas no facultativas. Como el sistema de colegios electorales ha dejado de garantizar la igualdad ciudadana, la representatividad y la democracia, el voto debe abrirse a todas y todos, ponderándose en 33% los resultados generales de cada sector. El candidato que terminará con más del 50% del voto final sería el nuevo Rector.

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