Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

La decisión de pagarle su Bono 14 sobre el sueldo base cobró ayer a su primera víctima con la forzada renuncia de Saúl Figueroa, director legislativo interino, porque los diputados le querían increpar agriamente que solo les haya pagado ese monto.

El tercer vicepresidente del Congreso, Marvin Orellana dijo: “En lo particular pienso que hay personas que no están acostumbradas a trabajar bajo presión, yo creo que los puestos de la administración pública son de mucha responsabilidad y de mucha experiencia y creo que él optó por la forma más fácil de retirarse; es comprensible ya que las presiones acá en el Congreso son fuertes, pero esperábamos más de él”, sentenció.

Según respuesta del Contralor General de Cuentas, los diputados lograron su cometido tras anunciar que bloquearían la agenda parlamentaria si no se les depositaba el total del bono; solo les faltó pasar dejando celulares y números de cuentas tal y como funcionan las extorsiones.

Pero el punto es que la presión que los parlamentarios ejercieron rindió sus frutos y viendo los resultados de esa presión, no deja de dar cólera que nuestra sociedad no atina a ejercer presión más allá de las redes sociales o con medidas que terminan siendo contraproducentes.

Estamos en una época en la que supuestamente estamos intentando reconstruir el país con mejores instituciones, menos corrupción e impunidad, pensando en generar más, pero sin dejar a nadie atrás y uno hubiera pensado que tras el 2015, y con la desfachatez que se comportan los políticos, especialmente los diputados, la gente iba a entender que el epicentro del cambio era en el Congreso y no los sábados, ni en la plaza, ni en las carreteras.

Como ciudadanos, tenemos hartas razones para manifestar y para ejercer presión porque seguimos con un sistema político secuestrado por los partidos-empresa que tenemos; seguimos con un sistema de compras que con sus unidades ejecutoras favorece la corrupción, la lentitud y dificulta la rendición de cuentas, mantenemos una Contraloría inútil desde su médula, con unos sistemas de educación y salud que no se apoyan en la tecnología de punta porque eso significa romper los vicios, con un servicio civil que sirve de agencia de empleo de los políticos de turno, con contratistas que hacen su dinero con mucha sobra, pero sin obra y así y largo etcétera.

Y ante esa abrumadora evidencia, cuesta entender cómo es que tenemos una capacidad de enconcharnos, aislarnos para no ver la realidad. He dicho y lo sostengo, que este sistema es muy rentable para mucha gente en ambos lados y que el sistema sin cambio es un negocio que rinde muchos frutos.

Guatemala demanda que todos, sin importar origen o estrato social, entendamos que el epicentro está en el Congreso y no en la Plaza ni en las carreteras. Mientras el Congreso no sienta algo de la misma presión que ellos ejercieron para obtener el pago de su bono, las cosas no van a cambiar y francamente no tendremos a quien culpar más que a nosotros por negarnos a ejercer una ciudadanía responsable y comprometida.

Claro, es más cómodo andar “sin meterse en babosadas” o “viviendo una vida en paz”, pero los deberes que hemos dejado de hacer nos han pasado factura y nos la seguirán pasando. No podemos meter la cabeza en la tierra y pretender que lo que sucede a nuestro alrededor no nos afecta.

Sí, le afecta a usted, a su familia, en su trabajo, en su negocio y en su vida en general. O aprendemos de los diputados y hacemos la presión de nuestras vidas para que las cosas cambien, o nos deberemos resignar a vivir en una Guatemala que no es la soñamos algunos.

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