Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu
En el corazón de los Estados Unidos hay un lugar que destaca por su belleza natural. A mediados del siglo XX, Walter Paepcke, un exitoso empresario de Chicago visitó el pequeño pueblo de Aspen, Colorado y lo imaginó como un centro de diálogo y de intercambio para intelectuales, empresarios, líderes, artistas y músicos de todo el mundo. Gracias a ese visionario, todos los años durante el verano el Aspen Institute organiza una serie de seminarios y actividades, para debatir sobre los retos de la sociedad.
Me sorprendí cuando a inicios del año recibí la invitación para participar en el programa de “Justice & Society”. Con gusto acepté sumarme al selecto grupo de jueces, fiscales, académicos, representantes de ONG y abogados corporativos que asistirían al seminario en 2017. Poco tiempo después recibí un paquete con una cuidadosa selección de obras de escritores clásicos y modernos que invitaba a la lectura. La experiencia de debatir con otros juristas sobre temas complejos y analizar el rol que desempeñamos en nuestras comunidades ha sido sumamente gratificante.
He podido disfrutar de esa vivencia porque, desde muy pequeña, mis padres inculcaron en mí el hábito de la lectura. Crecí arrullada por los cuentos que mi madre relataba antes de dormir. Desde que aprendí a leer, mi padre siempre puso un libro a mi alcance; empezando por las historias de misterio de Alfred Hitchcock y las fantásticas aventuras de Julio Verne; luego los relatos de la guerra de Ernest Hemingway, de León Tolstói o de José María Gironella; más adelante los nobeles, dentro de los que no podía faltar el nuestro: el gran Miguel Ángel Asturias.
No hay que olvidar, que este año se conmemoran 50 años del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Asturias. Tristemente, la realidad sociopolítica y cultural de nuestro país, que quedó plasmada en sus obras, no ha cambiado mucho. Seguimos siendo un pueblo grande, con enormes limitaciones. Un lugar donde millones de niños están condenados a la ignorancia, porque no tiene acceso a la educación. Para reinventarnos necesitamos abrirnos a nuevas ideas. A través de los libros podemos viajar en el tiempo y en el espacio. La lectura nos da la oportunidad de ampliar nuestros horizontes y darnos cuenta que existen otras realidades y que la nuestra puede cambiar.
Los bosques y ríos de Aspen me hacen pensar en los lugares de mi querida Guatemala, que no tiene nada que envidiar a las montañas de este lugar. Y me pregunto: ¿por qué una ciudad como Antigua, Cobán o cualquier otra, no pueden ser el centro cultural de Centroamérica? Pero la paz y la seguridad que se respira en este rincón no existe en nuestra tierra; golpeada continuamente por la violencia, la corrupción y la falta de justicia y la poca visión de nuestros gobernantes.
Hacen falta filántropos como Mr. Paepcke, que sean capaces de crear espacios de encuentro, de debate, de generación de ideas para resolver nuestros problemas. En cambio, sobran funcionarios que cierran los espacios culturales y prohíben ferias de libros en los parques. Seguramente nunca han pasado por el parque del Retiro en primavera, donde cada año, se dan cita los más destacados escritores durante la Feria del Libro en Madrid.
Pero no todo está perdido, porque a pesar de las dificultades, siempre hay escritores, editores, libreros, bibliotecarios, que nos abren las puertas al mundo de los libros. Acompáñeles en la Feria del Libro –FILGUA 2017– e invite a los jóvenes y niños a descubrir el placer de leer.







