Estuardo Gamalero
«La indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia». Jorge González Moore
Desempolvando lecturas, me encontré un artículo escrito por un argentino de apellido Scolaro, en el cual, el autor brinda buenas estrategias para combatir las malas ideas.
Reconozco que, pretender juzgar como buenas o malas las ideas, admite un nivel de subjetividad, el cual puede hacernos pecar de arrogantes o poner de manifiesto los intereses que tenemos sobre el asunto.
En todo caso, la gente inteligente y los verdaderos líderes, no imponen sus ideas a través del miedo, el abuso de la ley o la fuerza bruta. Digo lo anterior, porque el objetivo de este breve artículo, no es descalificar arbitrariamente a nadie, sino más bien que hagamos una reflexión sobre esas ideas que llevadas a la práctica, rayan la estupidez.
Para que no piense que soy un insolente, deseo aclararle que: La palabra estúpido viene del latín stupidus y éste, del verbo stupere que significa: ‘quedar paralizado’ o ‘quedar aturdido’. También hay una similitud entre los conceptos estudioso y estúpido. Ambos provienen de la misma raíz indoeuropea «steu», que significa: empujar o pegar. El primero se aplicaría entonces a quien se pega al estudio de los libros, y el segundo, a quien le pegaron y anda medio aturdido el pobre.
Si bien podríamos mencionar miles de cuestiones estúpidas que han ocurrido y continúan sucediendo en este país, las cuales nos mantienen encadenados a niveles de pobreza, altas tasas de desempleo, subdesarrollo, falta de credibilidad en las instituciones y actos de corrupción, quiero citar algunas que ameritan trofeo y mención honorífica:
* Resoluciones judiciales y constitucionales, en contra del propio marco jurídico, inconsistentes, y para colmo de males contradictorias entre sí una detrás de la otra.
* Aprobación de leyes sobre la base de la presión social o política, pero carentes de fundamento técnico.
* La promoción de un activismo jurídico que lejos de hermanar al pueblo lo divide y ensangrienta más.
* La implementación de medidas administrativas que en el intento de corregir un problema, ocasionan tres más.
* Argumentar en contra de la pobreza, pero generar una agenda de destrucción de las inversiones, la certeza jurídica y los empleos formales.
* Creer que porque se bloquean las carreteras, se suspende un servicio público, se destruye la propiedad privada y se abusa del derecho de los demás, la gente entenderá y apoyará a los manifestantes.
* Intentar un cambio político supuestamente positivo, mediante la provocación de la anarquía y la desestabilización de las instituciones del Estado y la criminalización de la justicia administrativa.
* Esperar que alguien más resuelva los problemas, creyendo que los mismos no nos van a afectar.
* Manipular la verdad y maquillar la mentira, en especial, cuando se tuerce la ley o se distorsionan los hechos.
La reflexión que intento a través de esta columna, es que ante la crisis de falta de gobernabilidad, el ataque permanente en contra de los factores de producción y un modelo político que justifica actuar por encima de la ley, sepamos definir y diferenciar, tanto las ideas que alimentan las noticias, como los eventos que corresponden a una agenda de: A) Propuesta para resolver conflictos; B) Aprisionar el sistema a favor de intereses particulares o agendas ideológicas; C) Provocar crisis y D) Invertir, generar trabajo y producir desarrollo incluyente.
Lo anterior, nos debería ayudar a establecer si estamos en presencia de una idea estúpida, quienes lo son y cómo evitamos serlo.
Hace algunos días, una buena amiga me dijo: «no se vale solo criticar y oponerse», también se necesita proponer. Pienso que tiene razón y en ese sentido, una propuesta inicial podría ser: no apoyemos, ni nos mantengamos silentes en presencia de malas ideas y actos estúpidos.