Ayer, autoridades de la organización de productores de café hablaron de la crisis por la que atraviesa el sector que, según sus explicaciones, opera con costos de producción que no les permiten generar utilidades, justamente lo que los teóricos de la economía de mercado señalan como el tipo de empresas que deben desaparecer por ineficientes, pero aquí han sobrevivido porque cuando están en apuros piden recursos y cuando están en bonanza no pagan ni impuestos.

Es, entonces, parte de la tradición que ahora este mismo sector pida que se haga una fuerte intervención estatal para hacerle una inyección financiera a un sector que, por los números que ellos mismos presentan, es sumamente ineficiente como modelo de producción. Y coherentes con su postura pro libre mercado, piden que se intervenga en el precio del dólar para darles una manita.

El Estado puede ayudar a los pequeños productores a encontrar un nuevo producto agrícola y generar los créditos junto a asistencia técnica para que inviertan en algo que les genere utilidades. Recordemos que se ha conocido de mafias entre algunas cooperativas de café que hasta compraron con Baldetti Siglo XXI entre otros hechos de corrupción, así como algunas empresas exportadoras que les compraban a pequeños productores y después por sistemas de evasión y defraudación hacían que el negocio fuera “rentable” para ellos.

Por supuesto que no solo ha sido el precio del café internacional lo que les ha afectado, sino que debieron convertirse en actores de la “economía formal” cuando la SAT vigorizó la fiscalización.

La verdad es que los buenos productores seguirán produciendo sin tener que estar pidiendo ventajas para mantener artificialmente un negocio que durante décadas generó millonarias utilidades mientras se pagaban salarios cuestionables. Pero al llegar la crisis exigen socializar la pérdida, pero cuando era gran negocio, ni pensaron en socializar la ganancia vía impuestos.

Si el argumento que plantean sobre la importancia del café en la economía del país y la cantidad de familias beneficiadas fueran válido, entonces que el Estado se vuelque a dar subsidios a los migrantes y a aportarles para que inviertan en sus nuevos lugares de residencia porque ellos proporcionan al país cerca de 7 veces lo que aportan los cafetaleros y multiplican por 40 a sus beneficiarios.

Y sobre todo hay que ser coherentes. Los grupos conservadores anti Estado que sostienen el concepto del libre mercado como paradigma de la economía, tienen que tener la vergüenza necesaria para abstenerse de estar pidiendo subsidios, esos odiosos subsidios, cuando no les salen las cuentas.

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