María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

Desde el mes de febrero del año 2014 tengo el enorme honor de poder llegar a sus hogares por medio de un artículo semanal gracias al espacio que este vespertino ha tenido a bien brindarme. Desde muy niña fui proclive a expresar mis ideas a través de las letras y ya siendo profesional fui invitada a escribir en distintas revistas y espacios de opinión, sin embargo, ninguna nunca me hizo sentir más privilegiada como la que se me facilitó en este prestigioso y serio medio de comunicación.

Por motivos laborales y derroteros nuevos que se me abren, en este momento, me veo obligada a que este sea el último artículo de esta etapa que publico en La Hora, medio en el que me enorgullece haber podido colaborar por cerca de tres años y medio, y al que espero en algún momento poder regresar.

No quiero irme sin antes agradecer enormemente a la Directiva del vespertino La Hora por la confianza depositada en mí. Porque a pesar de muchas veces expresar opiniones contrarias a la línea editorial jamás tuve una censura o una negativa para poder expresarme con libertad. Gracias por ser verdaderos defensores de la verdad y de la libertad de expresión, porque hoy en día es difícil encontrar a periodistas serios cuya misión sea precisamente esa y no luchar por intereses particulares como se ha vuelto la generalidad en estos tiempos.

Agradezco de igual forma a mis amables y estimados lectores, porque semana con semana sentí su presencia a través de un mensaje, de un correo, de un comentario. Gracias por su respeto al debatir conmigo sus ideas, gracias por su paciencia cuando me he tardado en responderles, gracias por continuar leyéndome cada semana estén o no de acuerdo con mis planteamientos.

La oportunidad de ser columnista me ha brindado enormes satisfacciones y me ha valido para hacer grandes amistades. Me ha dado el privilegio de poder aportar al debate y a la generación de opinión pública por lo que me siento enormemente bendecida. A pesar de ser joven, todos ustedes estuvieron dispuestos a darme la oportunidad de entrar en sus casas los días jueves, en un principio, y luego los martes, razón por la cual, repito, me siento llena de gratitud.

Quiero recordar a mis colegas columnistas la responsabilidad que tenemos al poder contar con un espacio como este, espacio que debe ser de construcción y de generación de ideas para poder acercarnos a levantar a un país mejor. Tenemos también la obligación de atenuar esos blancos y negros a los que me refería hace unas semanas para poder encontrar puntos medios de convergencia que den respuesta a las necesidades de este país y de sus habitantes.

A mis lectores, les recuerdo que debemos aspirar día con día a convertirnos en ciudadanos en toda la extensión de la palabra, pues es la única manera de poder empezar un cambio, aunque el mismo sea lento y difícil. Empezar por nosotros mismos siempre ha sido y será la respuesta a la problemática nacional, pues somos los formadores de las autoridades futuras, además de los agentes de cambio en la cotidianidad de nuestros entornos.

Escribir estas líneas resulta hasta cierto punto emocional para mí pues mi agradecimiento por haber tenido esta oportunidad es infinito, y tener que dejar este espacio confieso que me resulta difícil. No me queda nada más que reiterar mi eterno agradecimiento y mi enorme deseo porque en algún momento pueda volver a compartir con ustedes dentro de estas respetables páginas. Mil gracias a cada uno de ustedes por acompañarme en esta etapa de mi carrera profesional y un caluroso y lleno de gratitud ¡Hasta siempre!

Artículo anteriorNos tienen donde quieren y necesitan
Artículo siguienteIniciativa inoportuna