Juan José Narciso Chúa

Hasta la fecha han transcurrido 32 años de haber instaurado la democracia como forma civilizada de gobierno y de articulación de conflictos; igualmente han transcurrido 20 años de la firma de los Acuerdos de Paz, tiempo que parecería suficiente para que el país tuviera un desempeño que le hubiera permitido alcanzar determinados niveles de crecimiento económico; mejorado las condiciones para el desarrollo –es decir, se hubiera mejorado el bienestar en general de la población–; e igualmente se debería contar con una situación social más estable y ni hablar deberíamos de tener una clase política de mejor nivel y más comprometida con su país.

Ciertamente, en el ámbito económico se han obtenido crecimientos buenos del PIB como indicador esencial de desempeño económico, pero sus niveles no han conducido a mejoras sustantivas en el ámbito de la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones, principalmente aquellas más vulnerables o las que viven bajo condiciones de pobreza y pobreza extrema. El sistema económico todavía adolece en su conjunto de características de modernidad como amplia competencia de mercados; reducción o regulación de mercados oligopólicos o monopólicos; actividades económicas que todavía viven de los privilegios fiscales o bien que cuentan con zonas económicas de exclusión, que los favorecen con factores que producen economías de escala y con ello provocan mercados mayormente concentrados o imperfectos.

La ley de competencia, que debería ser un instrumento para propiciar mayor apertura de mercados y reducción de competencia imperfecta, se ha construido a la luz de las presiones de los grupos económicos más poderosos y con ello se presenta una iniciativa de ley que esconde todo el conjunto de privilegios y beneficios de los cuales gozan conglomerados económicos, con lo cual en el lugar de constituir una oportunidad, únicamente se consigue cierta liberación de los mercados, pero no se busca apertura de mercados y amplios espacios de competencia.
No se puede construir mayor profundidad económica en los mercados sobre la base de protección abierta o tácita de mercados y empresas, el ámbito microeconómico de la economía necesita generar espacios para abrir los mercados –libertad para las empresas de entrar y salir de los mercados–, con lo cual se mejora el ambiente de precios y con ello el consumidor se beneficia por precios más bajos y productos de mejor calidad.

La democracia necesita de esfuerzos permanentes por construirla, pero también es necesario profundizarla; es decir, no dejarla nada más como un ejercicio de elecciones y votos; ello sólo es el principio. Hace poco, en un evento del Instituto Guatemalteco de Economistas, se hablaba sobre el contenido de la iniciativa de ley de competencia, y se señalaba que incluso en alguna parte de la ley se establecía una especie de recurso de gracia presidencial, en el cual el presidente podría condonar o perdonar a aquellas empresas que hubieran sido identificadas, previa investigación, y señaladas por actos en contra de la ley de competencia; un absurdo o un planteamiento que ya debiera ser eliminado como ocurre con la gracia o el perdón presidencial en materia penal, como también la posibilidad del Presidente de exonerar pagos de impuestos, como sigue ocurriendo hasta hoy, sin nada de transparencia.

Hoy, atinadamente, se habla de la resignificación de la paz, como un ejercicio reflexivo que permita rescatar el espíritu legítimo de los Acuerdos de Paz; un ejercicio en donde Propaz ha presentado una interesante publicación, como para repensar estos últimos 20 años y reorientar los esfuerzos que la paz necesita y urge todavía para su construcción.

Desafortunadamente, este tipo de discusiones, se encuentran alejadas de las élites económicas y políticas, pareciera que los grupos de la sociedad civil impulsan pero que los otros grupos ni siquiera se interesan en leerlas, mucho menos en buscar cierto acercamiento para impulsar políticas públicas que busquen su implementación.
Todavía falta mucho por hacer, el tiempo continúa irremediablemente su transcurrir pausado, sin que nuestro país sume dichos años en favor de mejoras sustantivas, únicamente pareciera dar cuenta del paso de los años, pero sin contenido alguno. El debate y la reflexión son ejercicios imprescindibles para nuestra sociedad, se sigue eludiendo su importancia y se sigue estigmatizando a todos aquellos que hacemos uso del pensamiento crítico para comprender el derrotero de nuestra sociedad.

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