Marco Tulio Trejo Paiz

No acabo de explicarme por qué en sueños en el anochecer y en el amanecer, también despierto, he estado recordando al expresidente Juan José Arévalo Bermejo.

Me pregunto muy intrigado: ¿Por qué será que esté haciendo reminiscencias del talentoso personaje de Taxisco?

¿Será porque la gran mayoría de los guatemaltecos y asimismo, a la vez, mucha gente del istmo centroamericano ha reconocido que Arévalo fue buen gobernante que honró a la genuina democracia como él solía decir?

No faltaron los comentarios de los connacionales que consideraban que, al grito estentóreo de ¡viva Arévalo!, Juan José Orozco Posadas despertó la conciencia, a la sazón aletargada, de tirios y troyanos, por lo que la figura del “doctor” que era catedrático en una universidad de Tucumán, Argentina, decidió retornar a su patria, Guatemala, con plurales simpatías de la ciudadanía.

Mientras tanto, el atrabiliario general Federico Ponce Vaides, de quien se decía que se mantenía “ebreo” entre copa y copa, implantó una repudiada dictadura dando la impresión de ser un apéndice de la que impuso mano militar Jorge Ubico durante casi catorce años.

Con atentas excusas para los lectores de La Hora por soslayar un momento el tema iniciado para traer a colación las realizaciones materiales, cívicas etcétera, del doctor Arévalo, las cuales están a la vista de moros y cristianos.

Los hombres y las mujeres que no tienen telarañas en los ojos ni dureza en el corazón, suelen decir que Juan José Arévalo Bermejo fue, indiscutiblemente, el mejor presidente de la historia de este patio ístmico.

Por algo recordamos al estar en los brazos de Morfeo y en la claridad meridiana al hombre que nos gobernó en los ya lejanos días de la Revolución del 20 de Octubre de 1944

Juan Pueblo, entre suspiro y suspiro, añora década del movimiento libertario y de jornadas exitosas, quizá porque se han sucedido gobernantes indeseables, corruptos, incapaces, demagogos, matones, -excepción de dos o tres-, que escalaron el poder por las buenas.

La situación que vivimos los guatemaltecos habla con elocuencia al respecto.

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