Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ayer publicamos el texto que sobre el tema de la corrupción elaboró el Embajador Luis Arreaga para una ponencia en Europa sobre ese delicado tema. Empieza diciendo que muchas veces le han dicho que es imposible erradicar la corrupción por ser un vicio que casi forma parte de la misma naturaleza del ser humano, pero que él está convencido de que se pueden y deben implementar medidas para atajarlo y reducir sus perniciosos efectos.

Y es en ese tema en el que llama la atención la claridad que tiene el diplomático que vendrá a Guatemala en sustitución del Embajador Robinson si su nombramiento es confirmado por el Senado. Creo que esa parte, en particular, tiene que ser leída con detenimiento por todos aquellos que hoy se quejan de que en Guatemala fuimos muy lejos en eso del combate a la corrupción porque se ha detenido la actividad de las dependencias del Estado y la economía se ha contraído como resultado del temor que provoca el caer en alguna investigación.

Dice el Embajador Arreaga que todos somos víctimas de la corrupción y habla directamente al sector privado diciendo: «Los empresarios saben más que nadie lo que pesa la corrupción. Esta conduce a tener infraestructura y productos que comprometen no sólo la calidad sino también la seguridad; socava la credibilidad de los tribunales, tanto penales como civiles, y permite que los malos actores ganen influencia, desde los burócratas deshonestos hasta empresas relacionadas al crimen organizado y hasta terroristas.»

No deja mucho a la interpretación en lo que es un llamado a los empresarios decentes para cerrar filas contra las prácticas corruptas que empoderan a los pícaros de uno y otro lado, pero que empobrecen al resto, perjudicando a los que desean efectivamente cumplir con la ley y trabajar en respeto a la institucionalidad bien entendida. No puede ser que los contratos siempre se los lleven los pícaros y que los decentes tengan una vida cuesta arriba por no prestarse a los vicios del sistema.

Creo que es obligado leer ese comentario que publicamos ayer porque ilustra no solo sobre cómo ve la corrupción el futuro embajador de Estados Unidos, sino porque abrirá los ojos a muchos que, como el Presidente, no solo ven normal vivir entre tanta porquería, sino que además claman por una absoluta vuelta a esa cómoda normalidad en la que se pueden hacer micos y pericos sin temor a consecuencias legales de ningún tipo.

Quienes hemos visto la forma en que se ha manipulado a la opinión pública para que vea la lucha contra la corrupción como un perjuicio para el país y sus costumbres, deben ver que hay gente adentro y afuera que está empeñada en promover los cambios que necesitamos como sociedad para vivir en mejores condiciones y lograr que el Estado realmente sea un promotor del bien común como establece nuestra Constitución.

Pueden seguir gastando su dinero en el cabildeo para acabar con el esfuerzo, pero existen fuerzas también poderosas que están en otra dirección y que van a marcar el rumbo del futuro.

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