Guatemala ha estado partida en una batalla de polarización que se puede limitar a los que están en contra y los que están a favor de los cambios que demanda esa corrupción que se ha vuelto estructural y nos mantiene en el subdesarrollo.

Con ello, se ha querido explotar una falsa, irracional y solo temporal pasión por la soberanía de muchos que siempre la han utilizado como alfombra para limpiarse los zapatos pero que la utilizan en este momento para sus intenciones de división.

El embajador Todd Robinson dijo que “hay cuatro idiotas” en el Congreso y se asume como una declaración desafortunada si obviamos toda la coyuntura que ha llevado a ella. Claro que un diplomático tiene que ser eso, diplomático en todo momento; pero también tenemos que entender que estar durante meses bajo el ataque permanente y persistente por medio de mentiras y campañas negras puede jugarle una mala jugada a la persona en la forma de referirse a los operadores de dichos ataques.

Se le puede cuestionar al embajador que solo haya identificado a “cuatro idiotas” en el Congreso de la República y que mantenga su fe en el resto de diputados. La verdad es que una sociedad de verdad comprometida con su país, con los intereses de su ciudadanía, hace muchos meses hubiera sacado a sombrerazos o a patadas a todos los diputados. La peor vergüenza de todos los guatemaltecos no es que alguien de afuera nos diga las cosas claras, sino ser los responsables de tener a tanto incapaz, corrupto y criminal manejando las instituciones del Estado.

Ofende la intromisión extranjera pero hay una notable doble moral. Cuando esa intervención fue para derrocar a Árbenz o para apoyar gobiernos autoritarios y evitar el avance de cualquier discurso social, los que hoy despotrican la veían como absolutamente aceptable y, peor aún, deseable. Pero hay que ver bien que cuando la injerencia es contra la corrupción y la criminalidad incrustada en el Estado con la que tantos se han hecho millonarios, resulta inaceptable.

El mundo está al revés cuando en una conferencia de prensa como la de los diputados ayer, se muestran indignados por haber sido llamados idiotas y la población se queda callada ante el descaro de estar siendo prestanombres para garantizar que Guatemala siga enredada en la maraña de la corrupción.

Son cientos de pícaros que usan a unos cuantos idiotas útiles para ser los operadores del sistema que se ha moldeado para alentar la corrupción. Y, como siempre decimos aquí, los culpables somos los ciudadanos que los toleramos.

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