Tal y como lo dijimos hace unas semanas, Guatemala cada año enfrenta la inclemencia tanto de las lluvias que no cesan y que convierten en área de muy alto riesgo gran parte del territorio nacional por su topografía, como por la terrible sequía que afecta los cultivos de la agricultura de subsistencia familiar de ese altísimo porcentaje de personas que viven en pobreza y pobreza extrema.
Cada invierno hay catástrofes como la que estamos viendo ahora en Huehuetenango, aunque en los últimos años se ha incrementado la cantidad y magnitud de los desastres tan “naturales y normales” como la corrupción que tiene tanta influencia en las precarias condiciones del país.
Hay que decir que los temas como el calentamiento global o cambio climático son ignorados permanentemente por todas las autoridades y muy pocas veces discutidos en los medios de comunicación y en la academia con la seriedad que el caso demanda.
El Ministerio de Ambiente se ha convertido en un negociador de Estudios de Impacto Ambiental que tienen el mismo fin que las licencias de construcción municipal: crear la oportunidad de transar con quienes las tramitan sin pensar en los efectos reales que tendrán con el conglomerado ni el impacto en todos los recursos que cualquier sociedad necesita para sobrevivir.
Siempre vamos a vivir en riesgo porque aún sabiendo que somos un país de vocación forestal, tenemos las montañas pelonas por la utilización de la leña como sistema de energía ante la negativa de generar opciones reales para un mercado que no tiene ni para comer, pero que pretendemos que pague energía eléctrica. El plan de reforestación por incentivos, si lo evaluamos en el costo por situación de las plantaciones, nos daremos cuenta que fue una farsa.
Vamos a seguir en riesgo mientras no entendamos que el agua hay que cuidarla y que no solo las grandes plantaciones necesitan regarse y no solo el ganado necesita quitarse la sed. La política de “ciudades del futuro” no puede seguir siendo perforar y perforar pozos porque a sus autoridades su incapacidad les impide pensar en soluciones a largo plazo.
En fin, que el ambiente, el calentamiento global o cambio climático seguirá siendo un recordatorio de lo pobre que somos como país viendo morir a nuestra gente por los deslaves por no tener a donde más ir a vivir y ojalá que le quitemos el silencio a ese martirio con que la sequía mata de hambre poco a poco, despacio, mientras las licencias y los estudios se negocian con la velocidad de la chequera usada para el soborno.