Grecia Aguilera

Mi señor padre, el filósofo don León Aguilera (1901-1997) en su Urna del Tiempo titulada “¿A Dónde?” describe espléndidamente hacia dónde viajan las ideas: “A dónde van mis ideas, mis emotividades, cuando me desertan y me hacen comprimir el cerebro con la pregunta ¿en dónde están? Se habrán ido por esos largos caminos de Dios, peregrinas incansables en busca de fuentes originales, de jardines mágicos desconocidos, por aguas maravillosamente azules, para volver con el agua de Juvencio, con la flor del árbol que canta o con el rumor de alas de gaviotas, sonantes aún por cruzar a ras de las ondas. Estas ideas que a veces son caudalosas, otras se tornan en secano, la rosa se marchita, el vuelo se torna de ánade y la inspiración un esfuerzo. ¿En dónde el sonoro son del bronce y la arista firme del granito? Y hay el temor de convertir el arte de comunicarnos con los demás en un erial. Y ¿quién invita a los amigos desconocidos a entrar en un páramo? Hoy busco esas ideaciones, pero se han marchado, por esos rumbos en pos de la floración del Nelumbo, por esas calles sin términos, hasta encontrar fases radiosas para abordar la isla fascinante de un celaje rosa o naranja. Son viajeras. Me dejan, aun cuando sé que volverán. Caminan por parajes indeterminados, por sitios deslumbrados, por panoramas idílicos. Se bañaron en los raudales, esos brotados a la señal gloriosa del Pegaso; a tornasolarse, a integrarse en luz de soles aurorales, entre los bosques en donde se oye el trinar de los ignotos bulbules. Me he quedado solitario, y ante la máquina las letras de las teclas me miran pesarosas. Ahora no puedes galopar con los temas porque los juzgas repetidos. Y de ahí que las ideas y las emotividades, fundamentos para interesar o estremecer al lector, hayan tomado el báculo florido del peregrino en busca de los mágicos ortos. Es preciso ver con ojos recién venidos a las cosas, a lo creado. No con los ojos del cansancio, de la hebetud, de lo abotargado. Por eso ellas han desaparecido, para aprender con los pies ligeros de la danza de las horas, y con el vuelo infinito de la esperanza. ¿Dónde están? Han menester de otros nutrimentos, de otros mirajes, de otros misteriosos parajes y de lucir fantásticos desconocidos ropajes. Se te han ido. Y ahora te dices ¡qué desolación! Ha llegado el temido instante cuando el escribir es un machacar de temas. Depende, así como hay retornos en su descubrimiento, similar a los motivos musicales, así los hay en el mariposear de los motivos. Con tal que tengan intensidad. Porque si no hay avidez ni intensidad, es como ofrecer duras piedras en vez de guijas de oro o aristas de zafiro. Y ¡a qué lamentar si han de volver! No puedes adivinar en dónde están las ideas, las emotividades, esas que hacen vibrar las afinidades humanas. ¿Sabes quiénes son lectores? Hay tantos desconocidos. Son silenciosos, pero esperan el mensaje aéreo, ese capaz de ofrecerles un pájaro de oro en el momento de desplegar las alas de la Fe, de la Esperanza, del Amor. Quizás ahora, las ideas se internen en las montañas sonoras, en donde los ruiseñores o las alondras desatan sus mejores cantos. Es la musicalidad en sus orígenes. Pues debemos escapar de lo libresco, de lo comentado por otros, de quien critica por no tener dotes de creador. Sabiendo esto, ellas han huido de las jaulas, por muy de oro que sean, para ir plumadas en despliegue a los cielos libres, al inmenso oleado azur. Y han de volver y este retorno ha de ser la sorpresa, porque vivir es renovarse… Es lo nuevo el acicate en los días, el espolón de oro para acuciar al noble caballo alado tendido en la inspiración. Y esas ideas, esas emotividades, volverán con cintilaciones extrañas, con dardos de plata para cazar estrellas, con cultos de deidades ignotas, con un temblor de Ave Fénix, al resurgir, roto el huevo de oro de sus cenizas.”

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