Juan Antonio Fernández
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Un hecho de envergadura global fue el reciente anuncio del Presidente de los Estados Unidos al denunciar el Acuerdo sobre cambio climático y efecto invernadero promovido por la Organización de las Naciones Unidas. El Acuerdo de París como se denominó a la declaración suscrita por 195 jefes de Estado en 2015 prevé acciones concretas en torno a las alteraciones climáticas. No es la primera vez que los Estados Unidos intenta estar fuera de los acuerdos alcanzados por el concierto de las naciones, en 2001 George W. Bush hizo lo propio ante el Protocolo de Kioto, algo que no sorprende dados los poderosos intereses corporativos en torno a ambos Presidentes. En el ámbito doméstico norteamericano independientemente de la decisión del poder Federal, lo convenido por Jefes de Estado y de Gobierno es respaldado por un grupo significativo de Gobernadores, Congresistas, empresas de innovación y otros actores subnacionales quienes han manifestado intención de continuar con la agenda prevista, uno de los compromisos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para 2025.
Lo que realmente preocupa en torno al anuncio es que la decisión de Trump ponga en “tentación” a otros actores globales en ralentizar las acciones sobre el ambiente y reorienten sus prioridades y agendas a partir de intereses inmediatos de crecimiento económico. Así lo hizo ver la eurodiputada portuguesa Marisa Matías una de las responsables de adaptar el Acuerdo de París a la legislación de la Unión Europea, quien comunica que en la votación del 30 de mayo 2017 se decidió “…por mayoría el Parlamento Europeo (…) deshacer el acuerdo para dar los beneficios al negocio”. Según se notó, los lobbies de la industria forestal y del agronegocio se hicieron presentes en Bruselas. Por su parte, el presidente Ruso Vladimir Putin ha expresado un calmado Don´t worry be happy aludiendo que hay tiempo hasta el 2021 –fecha en que entra en vigencia el Acuerdo. China, según se ve, está mucho más ocupada en relajar a Pyongyang y lograr sentar a la mesa de negociaciones a las Coreas, Japón, Rusia y EE. UU., como parte de una ampliación en su estrategia hacia una política exterior de “Desarrollo Pacífico”.
En el Sur Global, región menos responsable por la emisión de los gases de efecto invernadero y que sufre de una extremada vulnerabilidad al cambio climático, países como Guatemala, según el Instituto Grantham de Cambio Climático y Ambiente para 2050 proyectan un incremento en la temperatura, una drástica disminución de las lluvias, expansión de las tierras semiáridas y una subida en el nivel de los océanos. Los riesgos inminentes van desde inundaciones en las costas y tierras bajas, hasta el recrudecimiento de las sequías, afectando mayoritariamente a las futuras generaciones, principalmente a los pobres del campo y la ciudad. Es así como el “efecto Trump” ya ha empezado a expresarse sobre las alteraciones climáticas, por lo que habrá que conocer las reacciones y rutas propuestas por organizaciones internacionales como las Naciones Unidas por tratarse de uno de los problemas de mayor trascendencia planetaria.