Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

Si bien es cierto que cada persona es libre de tomar las decisiones que más le plazcan, también lo es que quien lo hace basándose en los valores morales le va a dar una distinción o calidad extra. Digo esto, porque la semana pasada cuando refresqué mi memoria del porqué la licenciada Claudia Escobar iría al Congreso de los Estados Unidos de América a recibir el reconocimiento denominado National Endowment for Democracy, imaginé para mis adentros el conflicto interno que vivió el día que tomó la decisión de grabar la conversación sostenida con Gudy Rivera, la que después serviría de prueba contundente para condenarlo a trece años de cárcel por el delito de tráfico de influencias, habiendo logrado con ello sentar un precedente histórico, el que por cierto, no muchos le hemos dado la importancia que realmente merece pero que, pasado el tiempo, indudablemente ha servido de ejemplo para desarrollar un plan de acción que, deliberadamente o no, trajo como consecuencia una férrea y tenaz lucha en contra de la corrupción.

Este buen ejemplo entonces debiera multiplicarse por miles, pues la quiebra de valores se ha vuelto cosa común y en todas partes. Abundan los ejemplos. Al Congreso de la República los partidos políticos lo fueron transformando en un antro en donde la moral, la ética y los valores no tienen cabida, fuera para que sus diputados levanten la mano en señal de aprobación o rechazo de una ley, para contratar a sus colaboradores o para irse de viaje. Los ministerios de Estado, las municipalidades y hasta la más simple y sencilla oficina pública en vez de transparentar sus operaciones más parecen cueva de vampiros en donde la obscuridad la utilizan para satisfacer sus instintos. Las organizaciones sindicales se fueron transformando con el paso del tiempo en mostradores no para atender a sus afiliados, sino para que sus dirigentes pudieran satisfacer sus intereses personales.

En fin, que no hay un lugar en donde tengan cabida la dignidad, la honestidad, la justicia, la lealtad, la libertad, la responsabilidad, la solidaridad o la tolerancia, solo para citar algunos ejemplos. Lo anterior ha motivado que la desesperación y el hartazgo cunda ahora en infinidad de profesionales, provocándoles tan seria y formal crisis que han llegado al punto de modificar sus hábitos y costumbres pues para ellos lo opuesto o lo contrario no tiene cabida. Es por ello, que sigo pensando en que si nuestra sociedad no logra retomar el camino correcto en busca de recuperar los valores y principios éticos y morales universales, no va a salir a flote a pesar de rehacer, modificar o cambiar todas las leyes que nos rijan.

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