Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

Uno de los principios de creación en 1919 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) fue la de erradicar el trabajo infantil, situación que promovió campañas, planes de acción y acuerdos internacionales que promueven políticas de protección para este grupo vulnerable, sin que esto significare éxito o al menos disminución en el número de niños y niñas que trabajan alrededor del mundo.

La misma entidad internacional, mediante su página web, calcula que al menos 168 millones de niños y niñas trabajan, muchos de ellos en países ya sea con niveles de subdesarrollo o bien en países que tienen conflictos armados, lo que evidencia una ausencia de reconocer la vulnerabilidad en la niñez dentro de sus sociedades. Los Estados, aun cuando en gran parte del mundo han reiterado la importancia de erradicar (no de disminuir) el trabajo infantil, también han reconocido que los esfuerzos se hacen complejos cuando la niñez entra a ser parte de un engranaje de sostenimiento económico, o bien cuando son adoctrinados(as) para servir a los fundamentos de la guerra, ya sea en combate o fuera de él.

El Informe de Desarrollo Humano del Sistema de Naciones Unidas, correctamente deja fuera de sus indicadores económicos que lo fundamentan, a la niñez trabajadora, pero ha señalado recurrentemente en los últimos años, que sí existe una clara incidencia entre la deserción escolar o la ausencia de indicadores de educación, así como la falta de salud, ya sea preventiva o bien de seguridad ocupacional, vinculado con el trabajo infantil. Simplemente un niño o niña que trabaja no ejerce su derecho a educarse, a contar con salud, a desarrollarse física y mentalmente, y está sujeto a un maltrato psicológico producido de su necesidad económica.

La explotación laboral de la niñez, siendo un grado avanzado del trabajo infantil, además de limitar los derechos ya indicados, es considerada también un vínculo para el maltrato familiar, la trata de personas, el tráfico de órganos y otros delitos más de naturaleza transnacional que se esconden en espacios tan simples como el comercio y la prestación de servicios. La educación de la familia juega también un rol determinante, toda vez que el primer núcleo de resguardo para que la niñez trabaje la constituye su familia, ya sea por requerimiento, o bien por abandono, lo que le produce la necesidad de trabajar para subsistir.

Guatemala no está exenta de estos terribles males, y se orientan acciones para proteger a la niñez, pero los resultados han sido magros, especialmente cuando se ve un aumento de la población que no cuenta con oportunidades de desarrollo, lo que empieza en la etapa de su niñez y continúa durante toda su vida.

Artículo anteriorRicardo Arjona, un gran chapín, que pudo alzar su voz
Artículo siguienteEntre asesores te veas