Juan Antonio Fernández
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Una de las esencias que ha develado el modelo neoliberal ha sido su profunda ineficiencia, ineficacia y baja calidad cuando de servicios públicos se trata. Esto ha sido comprobado con la pobreza infantil o en los homicidios violentos contra jóvenes mujeres y hombres que significan un atentado directo contra el futuro de la nación, teniendo que afrontar la sociedad una verdadera “lucha por la sobrevivencia” –el concepto es de UNICEF–. Decisivo es que el modelo de administración aplicado a cabalidad por la ortodoxia nacional e internacional haya convertido al Estado en una “agencia de compras” de tal suerte que aquello que podría ser ejecutado con mayor efectividad por empleados altamente especializados es comerciado. Con ello quiero decir que existe un conjunto de servicios que no requieren de contrataciones costosas por no brindar servicios de calidad y formar parte de las funciones nucleares de las instituciones.
Para comprender esto demos un ojo a ciertos servicios que actualmente se encuentran total o parcialmente privatizados, los cuales se caracterizan por ser onerosos y de baja calidad: la enseñanza, servicios en salud, ayuda alimentaria, desarrollo productivo, el transporte urbano, puertos y aeropuertos. Sin duda en los ochenta y noventa se generalizó el rechazo hacia lo público y tuvo como resultado años después el estado de situación en el que estamos. Desde estas décadas según George Ritzer (2011) se expresa con mayor amplitud lo que denomina como “McDonaldización” una tendencia en las sociedades hacia la disminución de las fuentes de trabajo estable, incremento en el consumo, la ilusión de la cantidad y la previsibilidad en lo que acontece. Desde allí se insertan ciertos patrones de funcionamiento hacia la administración pública por lo que dejan existir cuerpos especializados, los servicios fueron fragmentados, las administraciones funcionan sin una conducción estratégica y únicamente trabajan con parámetros técnicos dando paso a lo cotidiano.
Es por ello que la eficacia y la calidad en los servicios figurados desde la ortodoxia nunca llegaron, pues se apartó en la práctica a la sociedad como centro de lo público y se privilegió un enfoque en el gasto y su control a tal punto que los funcionarios son medidos por el nivel de ejecución presupuestaria, por lo cual se insertan en una carrera irracional de contrataciones –compras– innecesarias y superfluas. Así pues lo único que se logra engordar son los bolsillos y pretensiones de logros sin tener impacto alguno en la sociedad. Modelos de gestión pública y Estado que se precien de velar por los ciudadanos son aquellos que brindan una calidad de vida que permite la realización en el presente para poder pensar en el mañana. Es decir dan resultados positivos a cuestionamientos como: ¿cuánto ha disminuido la pobreza infantil?, ¿en cuánto se ha incrementado la producción agrícola o pecuaria campesina?, ¿Han disminuido los hechos violentos en contra de las juventudes?, ¿Los ingresos en puertos y aeropuertos se invierten en desarrollo humano?, ¿Existen fuentes de empleo para las nuevas generaciones?, o ¿La educación es de calidad y digna?
¿No creen?