Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu
El día de hoy 7 de junio de 2017, por la tarde en el Congreso de los Estados Unidos de América, en una ceremonia bipartidista, presidida por el presidente de la casa de representantes, el republicano Paul Ryan y por la líder minoritaria del partido demócrata, Nancy Pelosy, la organización National Endowment for Democracy –NED– hará entrega del prestigioso reconocimiento conocido como el Democracy Award.
Con este acto se busca resaltar los esfuerzos de cinco individuos que están luchando contra el flagelo de la corrupción en el gobierno, en Afganistán, Angola, Guatemala, Malasia y Ucrania.
El presidente de NED, Carl Gershman, ha señalado que: “En todo el mundo, individuos valientes y organizaciones están pidiendo a los gobiernos y a las instituciones oficiales que rindan cuentas a los ciudadanos.” Me siento sumamente honrada de recibir dicho reconocimiento junto con periodistas y defensores de los derechos humanos de la talla de Khalil Parsa de Afganistán, Rafael Marques de Morais de Angola, Cynthia Gabriel de Malasia y Denis Bihus de Ucrania.
Agradezco profundamente al National Endowment for Democracy por entregarme el Democracy Award, y en especial a su programa de Fellows Regan – Facsell por acogerme en los momentos más vulnerables.
Es inusual que nuestro trabajo sea reconocido en un país extranjero. Pero resulta ser un privilegio y un honor recibir dicha distinción en el Congreso de los Estados Unidos de América; un país que es ejemplo del respeto a los principios republicanos y a los valores democráticos. Sin embargo, es paradójico recibirlo de manos de Norma Torres, una admirable congresista estadounidense que nació en Guatemala, pero que tuvo que irse del país cuando era niña, debido a la situación política en nuestra tierra. Y además cuando un presidente del Congreso en mi propio país ha sido sentenciado a 13 años de cárcel tras comprobarse su participación en un caso de gran corrupción que denuncié oportunamente, después de que éste violara la sagrada independencia del Poder Judicial.
Dicho galardón lo acepto en el nombre de los jueces guatemaltecos que honran la túnica de la justicia con un comportamiento ético; de aquellos que defienden la independencia judicial; de quienes actúan con honestidad y que cada día arriesgan sus vidas en la lucha contra la corrupción y la impunidad, para proteger así los derechos de los ciudadanos.
Significa mucho para mí recibir este galardón en el 18 aniversario de la muerte de un héroe personal, el Coronel Byron Mejía Ordóñez, mi tío, que sobrevivió los más sangrientos años de la guerra en Guatemala defendiendo nuestra nación contra la amenaza del comunismo. Pero quien, después de la firma de los Acuerdos de Paz, fue asesinado al luchar por liberar a su pueblo de la opresión de la corrupción. A él dedico el Democracy Award.
Además, a mi madre, una de las primeras abogadas en Guatemala, que promovió los derechos de las mujeres y que, como juez de familia, dictaminó en favor de los más necesitados. A mi padre que me enseñó a hablar siempre con la verdad. También a mi esposo, que comparte mis sueños y valores. A mis hijos, hijas y hermanas que me han apoyado en cada paso de mi carrera.
Dicho reconocimiento me obliga a seguir trabajando por una justicia independiente e imparcial como una herramienta para combatir la corrupción en mi región, para lograr así que algún día mis hijos puedan elegir volver a su patria; la tierra donde pertenecen.
Doy gracias a Dios por el honor que hoy me concede, al representar dignamente a mi país y le pido que mi trabajo sea siempre para su mayor gloria.