Sandra Xinico Batz

Cuando se folkloriza a la cultura, se busca (intencionadamente) que esta pierda su complejidad y se hace de ella un todo simple y deshistorizado. Si conociéramos la historia probablemente no estaríamos de acuerdo con seguir nombrando a las culturas como folklore o seguir pensándolas y tratándolas así. Quizá las nombraríamos por su nombre y reconoceríamos que existen 25 culturas distintas (que poseen idiomas y comunidades vivas) en este territorio constituido en país.

Al hablar de reconocimiento no me refiero únicamente a que en ley se inscriba, sino que también entre pueblos o culturas tengamos la capacidad de conocernos y compartir conocimientos desde el respeto y el intercambio equitativo. La educación, las instituciones sociales tienen un papel importante en ello, en desconstruir toda la desigualdad que construyen en nosotras y nosotros desde niños.

Tampoco permitiríamos la existencia de un Inguat que disfraza ladinos de indígenas para mostrar su (¿?) «arte danzario» en el extranjero donde pregona su marca país: «Guatemala, corazón del mundo maya». Si el racismo dejara de atrofiar nuestra mente y ser social, percibiríamos que la folklorización cosifica porque es su manera de deformar a las culturas mientras busca deshacerlas o asimilarlas en el nacionalismo ladino.

Ver con el velo de la folklorización frente a nuestros ojos es no ver. Pensar en folklore no nos permite conocer nuestro pasado y asumirlo como fue, porque al hacerlo anónimo, al considerarlo empírico, no solo le restamos valor a nuestras formas de vida sino que terminan perdiéndose o diluyéndose en el tiempo porque, además, el racismo sigue socavando nuestra oralidad al hacer que los pueblos originarios ya no hablemos nuestros idiomas maternos suplantándolos por el español.

Los mitos se vuelven verdades y las verdades se destruyen u ocultan. Mientras se destruyen nuestros conocimientos los mitos serán los que hablen de nosotros, dirán, como hasta ahora, que fuimos derrotados porque Tecún Umán no supo diferenciar caballo de hombre y que en Tikal influyeron los extraterrestres.

La folklorización es una forma de despojarnos, porque nos exhibe como especies extintas que por desaparecidas, sus conocimientos no pertenecen a nadie más que a la nación. Nos hacen ver como bailes, platillos y artesanías que vienen descritas y graficadas en láminas que se compran en las librerías y que luego los estudiantes de primaria recortarán y pegarán en sus cuadernos, mientras que el maestro le dictará que América fue conquistada gracias a Dios porque de lo contrario no iríamos ni a la escuela.

No existe folklore bueno o malo. El folklore es una categoría que utiliza la antropología para referirse a la cultura de las masas populares. Lo de masas funciona tal cual, porque no se pretende registrar o documentar la autoría de los pueblos en las creaciones que el folklore describe como propios de un país. No son los pueblos los que inscriben en los libros sobre sus culturas e historias sino que los académicos que han utilizado el folklore como herramienta de análisis para convencer a una sociedad de que los nativos no tienen gracia.

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