Carlos Soto Pineda
Una población -porque esto ya no es sociedad- que se regocija del asesinato cobarde, alevoso, tumultuario de una persona, de un ser vivo, no es más que una colectividad enferma, degradada, lumpen.
Ver en las redes sociales el video explícito, -sin edición-, del linchamiento de supuestos “sicarios” engrilletados (“esposados”) me repugna.
Es muy diferente matar (homicidio) que asesinar. El homicidio es algo no premeditado, no planeado, como el que sucede en defensa propia, en defensa de la vida de uno o de su familia, mientras que asesinar lleva implícita la intención de acabar con la vida de alguien, conlleva “premeditación”.
Un linchamiento es la ejecución extrajudicial realizado por una turba, una multitud, de un “sospechoso” sin que exista un proceso legal previo ni las garantías constitucionales, para la defensa del sindicado, y para hacer prevalecer el precepto de que “se es inocente hasta comprobar lo contrario”.
El término procede del vocablo inglés lynching, derivado del apellido de James Lynch Fitzstephen, quien siendo alcalde de Galway Irlanda, hizo ahorcar “sumariamente” a su propio hijo imputándole el asesinato de un turista proveniente de España; otros le achacan el uso de esa palabra al Juez de Virginia Estados Unidos, Charles Lynch, quien ejecutó sin previo juicio a un grupo de colonos estadounidenses que eran “leales” a la monarquía británica y opositores a la independencia de Estados Unidos del Reino de la Gran Bretaña.
Yo fui testigo del linchamiento de un vecino quekchí en Ixcán, Quiché; se reunió una turba de unos 500 habitantes o más, oía los gritos y “arengas” para sacarlo de su negocio (una modesta tienda de abarrotes, de productos de primera necesidad), el primo de la víctima (según supe después, patrullero de la Autodefensa Civil) era el que más incitaba a la turba; lograron sacarlo a rastras, él defendiéndose como podía, lo golpeaban hombres y mujeres sin distingo, luego lo amarraron con un lazo plástico lo arrastraron por la calle y lo rociaron -aun estando consciente- con gasolina y el primo le prendió fuego con un cerillo…
Algo espeluznante, atroz, imagen que me sigue acompañando y atormentando a pesar que ya pasaron más de 25 años de eso.
Con el tiempo supe que lo acusaban -falsamente- de haber robado un radio de transistores, o ¿era un tonel con miel?, o de haberse robado unas gallinas…la gente que participó en su asesinato ni eso sabía…el hecho real fue que el primo tenía una disputa por una herencia de tierra del abuelo de ambos, y le resultó más fácil y barato dirimir las diferencias mediante un lazo, un fósforo y gasolina…
-“Dios me guarde…el aborto es pecado, es asesinar a una criatura inocente…” – “hablando de matar vos. ¿Por qué linchamos a Mateo ?…- “Saber vos…dicen que se robó algo…o que era extorsionista…que era sicario”…- “saber vos. Pero lo más seguro es que en algo andaba metido”.
Uno, dos, tres que comience el “linchamiento mediático”… para mi suerte… virtual.