Luis Fernández Molina
Las costumbres, los usos y las prácticas van evolucionando como lo hace la sociedad en su conjunto. No en balde pasa el tiempo y llegan las nuevas tecnologías y visiones. Hasta hace poco se podían hacer algunas maniobras operativas -mejor conocidas como guizachadas o marufias- para bajar el costo de las operaciones de compraventas. La más sencilla: utilizar los precios bajos de las inscripciones catastrales (precios de mentiritas). Otras: hacer aportaciones a sociedades mercantiles. También, separar el valor del inmueble y el de las «mejoras» construidas sobre dicho inmueble, la tributación se hacía solamente por el precio de la finca y no se tomaban en cuenta las mejoras. En fin, era amplio el menú de variantes que tenían un mismo objetivo: pagar menos impuestos para formalizar ventas.
Hoy ya no. En las compraventas los cambios en las condiciones nos compelen a manejar precios reales (de mercado). Hacienda encontró el remedio más eficaz para cortar los atajos; la misma medicina que se ha utilizado para el combate a las drogas y al lavado: seguir la pista del dinero. Si alguien consigna en la compraventa un precio determinado y deposita cheques por otros valores (más altos) estará aceptando una evasión fiscal o, peor aún, el depósito de dineros sin origen legítimo. Por eso, se acabaron los juegos y todos debemos ponernos «formales».
Pero lamentablemente resulta «muy cara» la operación de compraventa. Regresando al ejemplo de la casa de US $100,000 dólares, esto es, Q750,000 (cerca de la actual equivalencia). Al precio de Q750,000 se paga timbre por Q22,500. Si no existe un avalúo reciente y el inmueble estaba en catastro en Q50,000, habrá una enorme ganancia de capital de nada menos que Q700,000; de esta ganancia hay que pagar impuesto sobre la renta del diez por ciento, o sean Q70,000. Hasta aquí los costos inmediatos de la operación, a continuación vienen los costos futuros: el IUSI. Como el inmueble, inevitablemente se tasó en Q750,000 (los propios contratantes así lo establecieron), el registro catastral queda marcado con esa cifra y debe pagar el 9 por millar al año, Q6,750. Al mes la propiedad paga de IUSI Q560 quetzales. Ahora imaginen el IUSI de un apartamento de dos millones de quetzales: Q1,500 al mes.
En el caso anterior me estoy refiriendo a una finca «vieja», que ha tenido movimiento en su historial. En el caso de una finca nueva -por desmembración- el impuesto a pagar no es timbre sino IVA, que es del 12%. Si una pareja de recién casados quiere comprar una casa nueva, de Q500,000 (que no es de lujo), deben pagar por IVA Q60,000. Como personas individuales, que son -empleados ambos-, su margen de operación para trasladar ese impuesto es casi nulo; por lo tanto de nada les va a servir ese crédito fiscal IVA que solo será un recargo en la compra de su soñada vivienda; bien por el constructor quién sí podrá rebajar su crédito fiscal. Los jóvenes que mejor sigan alquilando o viviendo con los papás de uno de ellos.
Sugerencia concreta: Es bueno que se estén elaborando estos controles y que todos nos ajustemos a la formalidad. Pero para facilitar ese proceso y mejorar la recaudación las cifras deben ser más razonables. Acaso establecer un pago único de IUSI del 1% de los valores más cercanos a la realidad y un impuesto de traspaso igualmente del 1%. Ello dinamizará los traspasos y las fajas transmisoras activarán muchos otros mecanismos de nuestra aletargada economía; resultado: economía más dinámica, y más impuestos.