Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

«La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad.»
Epicteto de Frigia

En tiempos de cambio se hacen necesarios cambios, parece una paradoja pero así funciona, la sociedad evoluciona a pasos agigantados, por lo que esa evolución mal manejada puede ser una involución, veamos, si el sistema es corrupto ¿De quién es la culpa? ¿Del sistema o de los seres humanos que se apropian del mismo para su propio beneficio? Siempre he sido una persona institucionalista, por lo que para mí, las instituciones son superiores a las personas, las primeras prevalecen a través del tiempo, las circunstancias y los vaivenes políticos, pero ¿Cómo prevalecen? No siempre en las mejores condiciones, dependiendo de cuanto las mismas sean vilipendiadas con objetivos no siempre sanos.

La idea general que tenemos, es que todo cambia para que todo siga igual, y así se ha comprobado cíclicamente cuando la sociedad y el legislador gritan por cambios al sistema conocido, los cambios se llevan a cabo, pero más temprano que tarde todo vuelve a caer en el pozo oscuro de las malas prácticas del pasado, que se convierte en el presente, por lo que todo vuelve a su estado primigenio, lo que es lo mismo, la analogía es el fin mismo.

Un ejemplo, que me ha correspondido vivir muy de cerca es en relación a los tributos, anteriormente el ente rector del cobro de los mismos era la Dirección General de Rentas Internas, ubicando a la misma en el tiempo y espacio en el que existió, funcionaba y cumplía con lo que en el momento se requería, más en búsqueda de la modernización y atendiendo a lo que se nos ordena por parte de quienes financian la deuda interna cada vez más alta, se creó la SAT, se despidieron a los antiguos funcionarios de la DGRI, como apestados, se contrató nuevo y joven personal para la también joven institución, a los dos años los rumores sobre corrupción en el ente recaudador eran del dominio público, la que cual olla de presión llegó a su límite, provocando, incluso, la caída por inanición de un gobierno por demás corrompido, tanto que aún no salimos de la caída libre que vivimos con ellos, y vamos en una nueva, de la misma forma la institución cae y resurge, pero ¿Por cuánto tiempo? Por el mínimo mientras vuelven a caer.

Lo importante estriba en fortalecer las instituciones, no transformarlas o reformarlas, el fondo del problema no se modificará porque cambie la estructura, el fortalecimiento es la riqueza de las que se deben alimentar las mismas.

En la era de la posverdad, en la que las mentiras se convierten en realidades por la apelación de los sentimientos sobre los hechos reales, esperamos siempre que las cosas cambien porque cambie el nombre o las reglas de las instituciones, pero no es así, y seguimos en busca de esa realidad que se oculta a nuestras necesidades.

Se creyó que eliminando la cedula de vecindad, terminarían tanto los problemas de corrupción como la proliferación de estos documentos falsos, pero no es así, adolecemos de documento de identidad, no solamente interno sino que externo, no contamos con DPI, y tampoco pasaporte, pero se nos vendió la idea que era necesario aumentar la burocracia con la creación del Renap, nada más lejos de la realidad que vive el ciudadano día con día, resultado: El cambio no mejoró en relación la respuesta a las necesidades.

Con las reformas planteadas al Sector Justicia, ¿Mejoraría la misma? No mientras la corrupción sea parte de nuestra cultura diaria, y no es una respuesta simplista, como pudiera parecer, va más allá de la letra de una ley, sea esta la que sea, va en relación a las necesidades reales de una sociedad que espera respuestas históricamente, y que cree fervientemente que los cambios son necesarios, pero no eventuales, y que los mismos sean nuevamente cambiarlo por las mismas necesidades.

No esperemos que todo cambie para que nada cambie, porque todo debe cambiar de fondo y forma.

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