Roberto Arias
El último grito de la «moda ciudadana» guatemalteca es interrumpir la circulación del tráfico de los vehículos en la capital y, últimamente en las ciudades que están dentro del territorio de la Nación. Los ciudadanos de Guatemala tenemos constitucionalmente el libre derecho de locomoción y de manifestación; incluso manifestaciones religiosas (Lo cual va perfectamente dirigido para favorecer a la religión católica con sus folclóricas procesiones). Puede notarse la inclinación religiosa de los legisladores de un país supuestamente «laico».
Nos preguntamos algunos ciudadanos: Entonces, ¿Cuál de las dos libertades que nos concede la Constitución Política de la República es superior a la otra? ¿La de Derecho de reunión y manifestación o la de Libertad de locomoción? ¿Por qué se contraponen en la práctica estos derechos y todos tan campantes? ¡Da grima la prepotencia de los manifestantes!
Desgraciadamente, las manifestaciones generalmente son realizadas por grupos que son manipulados por personas con intereses personales, políticos, religiosos, económicos… que convierten esas actividades, aparentemente con fines de justicia social, en formas o sistemas de extorsión solapadas.
En esencia es similar a «Las interpelaciones» a los ministros de Estado recién instalados, con la intención de extorsionarlos, como los casos de la Ministra de Salud Pública y Asistencia Social y/o el del diputado interpelando al Ministro de Comunicaciones Aldo García, sin argumentos o bases reales para una interpelación política. Yo le llamo una extorsión política.
Mientras los manifestantes manifiestan, la ciudadanía se ve forzada, de una manera obligada e ilegal, a desperdiciar inútilmente miles de horas-hombre y millones de dólares en consumo estéril de combustibles fósiles o, derivados del petróleo que Guatemala no produce, mientras cientos o decenas de personas armadas de pancartas, gorgoritos y demás instrumentos para causar ruido se desgañitan pidiendo barrabasadas al viento, porque simplemente la forma ya llegó al desgaste de tal manera que se ha convertido en algo aberrante y angustiante para los ciudadanos trabajadores que tienen que cumplir cometidos puntuales y ganar diariamente su sustento y el de sus familias.
Todo esto porque, generalmente unos parias sin motivos valiosos, abusando de un derecho constitucional les sustrae sus derechos constitucionales de libre locomoción y derecho al trabajo digno y honrado a otros.
¿Dónde inicia un derecho? ¿Dónde termina un derecho? ¿Qué hacer cuando se abusa constantemente de un derecho, atropellando los derechos de otros?
Veamos los guatemaltecos los derroteros que toman los abusos de un derecho, con el reciente atropellamiento y muerte de una de las adolescentes frente a su institución sobre la Calzada San Juan. Esta fue solamente una muestra de lo que podrá ocurrir más adelante.
Esta situación, como muchísimas más, debe definirse y reglamentarse seriamente porque no hay reglas claras establecidas para un pueblo «cristiano» que no respeta los derechos del prójimo.