Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Mucho se habla del clima de negocios en Guatemala y hay gente que afirma que las inversiones en nuestro país se ven afectadas porque cuesta mucho obtener licencias para operar. Yo creo que hay que preguntar a Pérez Maura, quien fuera el dueño de la Terminal de Contenedores Quetzal, y a los funcionarios de Odebrecht para entender que aquí es muy sencillo realizar negocios y que el único requisito verdadero y concreto es la carencia absoluta de escrúpulos.
Sin ningún escrúpulo cualquier empresa minera puede obtener licencias de operación en el país contando con todos los dictámenes ambientales y legales necesarios para “llenar los requisitos” y lo mismo puede decirse de las licencias para generar electricidad, sea mediante el uso de los caudales hídricos o quemando carbón. No hay clima de negocios más propicio que el de Guatemala para concretarlos si el inversionista no tiene ese “tonto prurito” de actuar de manera correcta y apegarse estrictamente al ordenamiento legal para obtener la respectiva licencia de operación.
Y a ello hay que agregar que el clima de negocios se ve fortalecido porque la sociedad guatemalteca considera como derechos adquiridos y que deben ser honrados, aquellos que fueron producto de algún soborno o de negociaciones ilegales entre el inversionista y los funcionarios encargados de permitir la operación.
En otras palabras, Guatemala es un paraíso para inversionistas como Pérez Maura, los holandeses que le compraron sus derechos o para gente como los brasileños que se encargaron de corromper a todo el Continente repartiendo sobornos a diestra y siniestra. Pero indudablemente que la opinión pública no repara en que cuando un negocio tiene origen en mordidas o sobornos, va mucho más allá de lo que se conoce como lucro razonable, puesto que se paga a cambio de privilegios que puedan garantizar una ganancia mucho más grande que es posible afectando al país y su gente. Si no fuera tal el propósito no habría razón alguna para desembolsar, sin qué ni para qué, treinta millones de dólares para entregarle al Presidente u otra millonada para repartir entre el gobernante, sus ministros y los diputados a cargo de aprobar negocios que implican hasta endeudamiento para el país.
Claro está que ese clima de negocios nuestro es atractivo para los piratas y no para verdaderos inversionistas acostumbrados a cumplir con la ley. Pero desde el punto de vista de alguna gente, no importa quién monte aquí sus negocios, pues lo importante es que vengan las inversiones aunque se sepa que no dejarán beneficio alguno al país.
Ahora nos estamos enterando que Cuba, país al que tildan de atrasado económicamente, obtendrá muchísimo más por la venta de 49 por ciento de su telefonía de lo que obtuvo Guatemala cuando le vendió a Ricardo Buezo todo el monopolio de la telefonía fija. Seguro que fue más duro negociar en Cuba que aquí, puesto que en Guatemala todo se acelera cuando hay mordida o trinquete de por medio y por ello abundan los que vienen con espejitos a explotar al país luego de aprovecharse de la corrupción de nuestros gobernantes.