Douglas Abadía Cárdenas

En los últimos dos meses del año 2017 hemos sido testigos de espectaculares percances entre automóviles, provocando muertes innecesarias y efectos secundarios como congestionamiento vial entre otros.

En el sistema capitalista sabemos que todo «tiene precio», las licencias de conducir son vendidas a cualquiera que la necesite, sin pensar el daño irreparable que se provoca a través de kamikazes al volante.

Hoy en día el carro o moto constituyen una necesidad, ya no es un lujo como en antaño, cualquiera puede comprar un carro «basura», que ya no es útil en EE. UU.

La gran mayoría de nuestros choferes son ignorantes, no poseen ni una pizca de sentido común, pareciera que no poseen materia gris en sus cerebros; viven en estado primitivo bestial en las carreteras, esto aunado a la presión de obtener la cuota del día a toda costa.

Cada año se invierten buenos lenes en campañas de sensibilización y concientización para tomar precauciones en la cinta asfáltica, no tomen licor, no conduzcan en onda, tu familia te espera; son algunas de las frases que buscan prevenir accidentes innecesarios.

Nuestra anarquía social se refleja en el tráfico; todo mundo quiere pasar encima del otro, se improvisan carriles donde no existe, se echa el carro encima pues no hay conducta de ceder espacio, y lo más alarmante: algunos ineptos no saben ni las señales de tránsito, totalmente inaudito.

Lo que en realidad me agobia es que por nuestras calles andan «manejando» no conduciendo un automotor un sinnúmero de bestias al volante; mientras el Estado siga ausente lo privado ocupa su lugar.

La corrupción es tan resistente en nuestra realidad que hoy en día si queremos graduarnos con honores comprando el título universitario lo podemos lograr pagando.

Lo mismo sucede en el caso de las licencias de conducir, si se puede obtener de manera ilegal y fraudulenta.

Sugiero que se implementen sanciones severas y drásticas para estas bestias que exponen sus vidas (en algunos casos vacías) y la de otras personas para ir sacando de circulación a estos ineptos.

Lo más curioso es que cuando capturan a estos rápidos e ineptos en caso sobrevivan son cobardes; salen pegando de gritos y alaridos invocando a Dios tal cuales niños con miedo en la oscuridad.

Siempre se justifican que las unidades están en mal estado, que los frenos, que el patrón, que la extorsión, que eliminaron a los cremas; en fin, innumerables excusas o argumentos sin fundamento pues en nuestra cultura chapina es común echarle el muerto a otro u otras causas. Es muy raro que asuman sus errores pues son cobardes y salen huyendo de sus responsabilidades.

En conclusión, ya no podemos como sociedad seguir permitiendo que cualquier bestia comprometa nuestras vidas y bienes, es momento de cerrar de una vez a estos expendedores de licencias de conducir a granel, pues con la plata baila el mono.

Mientras persista la corrupción y sigamos rindiéndole culto al Dios del dinero seguiremos viviendo más accidentes y muertes que provocan sufrimiento y dolor además de grandes clavos económicos para estos pilotitos ignorantes.

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