Cuando una sociedad tolera tanta corrupción, ambiciona tanto beneficio ilegal y se vale de tantas mañas para obtener beneficios que terminan siendo muy costosos para el bien común, no debemos dudar que la deshonestidad es el pilar que la sostiene.

No puede ser que Guatemala prefiera atrincherarse contra los avances de la Justicia con el argumento de evitar la desaceleración económica, la falta de reglas claras o la acusación de que se trata de prácticas de persecución, terrorismo fiscal o cacería de brujas de manera ilegal.

Menos debe ser aceptado que haya jueces, magistrados y personas que tuvieron acceso a información privilegiada, que ahora coluden para vender, mercadear y utilizar la información en contra de las instituciones que buscan romper el muro de impunidad. Los bufetes de los milagros, la cooptación de la CC, la CSJ, el uso de redes sociales para descalificar y la información privilegiada para promover escapes, nos demuestran que aquella cantaleta de que “los guatemaltecos lo podemos hacer solos”, es una gran mentira.

Los medios de comunicación que quieren “construir país” por medio de la difamación o los que siendo los “expertos en investigación” reciben sus pautas por las mordidas en ministerios como el de Energía y Minas, son partícipes de la corrupción y sus expertos periodistas deberían ser considerados lavadores de sobornos.

Un Congreso que termina un período sin hacer más que daño al país y millones para los diputados, porque no hay un solo resultado que nos haga olvidar que los 158 solo se dedican a ver cómo ordeñan la vaca, también es un retroceso para Guatemala.

No digamos el cambio de la sociedad en su conjunto que después de aquella euforia con la que en abril del 2015 empezó a exigir acciones de la justicia más fuertes contra los corruptos, pero que ha cambiado poco a poco por el temor de terminar siendo alcanzada por ese mismo, balanceado, ciego y fuerte imperio de la Ley que pidieron para otros. Esa sociedad parece que poco a poco prefiere quitarse la máscara para declarar con descaro que no importa que crezca la pobreza, el abandono y las grandes diferencias que hay en el país, mientras no se afecte los métodos tradicionales de hacerse millonarios de algunos y de beneficiarse de lo corrupto a la mayoría.

En fin, que somos una sociedad demasiado deshonesta que termina aplaudiendo el TCQ, a la cínica PGN, al interventor, a quienes evaden, defraudan o roban, simplemente porque el estatus quo corrupto les genera “certeza” a un terrible costo para la generalidad de la población. Así es imposible salir adelante.

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