Alfredo Saavedra

Desde Canadá.- La celebración del Día de la Madre, con carácter oficial por decreto en los Estados Unidos y Canadá, para su conmemoración el segundo domingo del mes de mayo, se originó en los primeros años del siglo pasado, por iniciativa de la señora Anna Jarvis, de West Virginia, EE. UU., una solterona que de esa forma honraba la memoria de su progenitora y por añadidura proyectaba un homenaje a todas las madres.

Aunque la señora Jarvis creaba la celebración motivada por un acto sentimentalista y por principios religiosos, la festividad pronto adquirió una categoría universal apropiada por una sociedad multifacética distribuida en sectores de diferente credo o sin ninguno, en especial por entidades de caridad con proyecciones benefactoras, muy en particular en las últimas décadas por los aficionados a la parranda, pero de manera extraordinaria por el monstruo del consumismo que beneficia un mercado glotón de dinero.

Un amplio reportaje, publicado en estos días en el prestigioso diario Washington Post, firmado por Kristine Phillips, hace una amplia reseña de la celebración, con una descriptiva semblanza de la autora del Día de la Madre, en la que se percibe el carácter de la señora Jarvis, con el perfil que tenían las mujeres de su tiempo, y con rasgos que dejan entrever el afán personalista de la señora Anna, que tenía un sentimiento muy íntimo con la celebración que la hizo disentir del carácter mercantil que fue adquiriendo con el tiempo. Demostración de eso es la anécdota que cuenta el reportaje, cuando la señora Jarvis, en un restaurante, le fue servida una comida con el nombre de «ensalada Día de la Madre» y que la dama lanzó con estrépito al suelo, en demostración de repudio.

La señora Jarvis se convirtió además de pionera de la celebración, en iniciadora del rechazo al aprovechamiento del homenaje por un comercio distribuido entre los fabricantes de tarjetas, floristeros, pasteleros y hasta licoreros, porque la celebración en esto último, más que rendir homenaje a las madres, sirve de pretexto para las borracheras. La periodista Phillips, nos informa que el ingreso global para la industria y el comercio en las festividades del Día de la Madre, este año, alcanzó la suma de $23.6 billones, de acuerdo con the National Retail Federation, de los Estados Unidos, en gasto, por supuesto, a expensas de los consumidores, que mejor harían en homenajear a sus madres haciéndoles si no felices, cuando menos más llevadero todos los días, en medio de un tiempo tormentoso en muchos países, agobiados por la pobreza que a millones de familias no les permite ni siquiera poner un pan sobre la mesa.

Por su parte, la columnista del diario Toronto Star, importante medio canadiense, Emma Teitel, una talentosa joven periodista, aboga por poner final al Día de la Madre, fundamentalmente por el signo de hipocresía que tiene de hijos que solo se acuerdan en términos de homenaje ese día de su mamá, en lugar de honrarlas ayudándolas en todo lo que se pueda, todos los días. Emma encuentra menos razones para la celebración del Día del Padre, progenitores que en muchos casos resultan peor que los desamorados padrastros.

(Y que los mexicanos dejen de elogiar cada cosa diciendo «¡Bien padre!», porque esa expresión «¡No tiene ni madre!».)

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