Alfonso Mata
Para muchos, el pasado es una etapa previa de su vida, para nuestros políticos y juristas eso no; para ellos el presente debe ser producto de lo que se formuló hace años. Nada más erróneo. Ellos se fijan en lo que se repite, que es constante, que es único; eso esta bueno que suceda en la naturaleza, pero no en lo socio político.
La situación actual, los principios de convivencia actuales, nos obligan a hablar y pedir cambios, sea cual sea el bosque de dudas en que estemos inmersos. Por lo demás, ideas que se han vertido, sobre nuestro proceso de justicia, ninguno se impone como absoluto y es indiscutible que cada una de esas reflexiones, marcha por un camino propio envuelto en un velo ideológico sin indiscutible claridad. Pero hay una cosa que no se debe perder en la discusión: lo que fue bueno ayer, no necesariamente es bueno ahora, ni cabe esperar que lo sea en el futuro. Las conclusiones que se puedan sacar de lo bueno y lo malo de los argumentos esgrimidos y de sus formas de aplicarlos, son dos cosas distintas, diferentes y su valor de uso está regido por las necesidades que en la actualidad pueden tener poco que ver con las que existieron antes y por lo tanto lo que debe mandar en una decisión no son fórmulas pasadas ni sus fases posteriores, sino las necesidades actuales ¿de quiénes? es la pregunta y basta con ver lo difícil que resulta penetrar en nuestros contemporáneos, en gentes cercanas a nosotros, como para discutir esta parte.
Dos cosas deben centrar la discusión y eso en forma separada: funciona la Constitución en términos de democracia, justicia, cosa que es diferente a plantearse si la organización actual del Estado cumple con lo que establecen los mandatos. El pueblo solo exigió justicia y que esta sea pronta y equitativa con castigos ejemplares y es necesario que acá nos percatemos que tanto en el primer caso, la Constitución, como en el segundo, la justicia, ambas cosas son mudables y que por consiguiente si su cambio es necesario, hay que hacerlo. Derivado de eso, la lógica manda que sí algo deja de tener utilidad con una realidad histórica: un sistema, una norma, una organización y al lado de esa nos topamos con la multiplicidad para hacerlo, la forma de hacer lo correcto es cambiar primero lo que ha dejado de tener utilidad histórica. La coexistencia de ideas y de hechos e interpretaciones que aparecen sustancialmente antagónicos y no complementarios que se nos han presentado sobre esos temas, parece indicarnos que lo que debemos hacer es trazar un mapa basado en las inmensas opiniones que abarcase los dos problemas (estructura y forma de operar) para tener en cuenta todos los fines tanto la parte teórica de entender la justicia como de ejercer y cumplir su praxis y a partir de eso dar lugar al nacimiento del cambio, justificación momentánea de lo que se hará.
El hecho real actual es que de una falta de justicia acumulada durante decenios y generaciones, lo logrado son formas sociales de todas clases, que no se penetran sino que trabajan aisladamente, generando construcciones de poder, que chocan y hacen vivir a cada una dentro de determinada concepción y modo de entender y hacer justicia, de entender el Estado, provocando exposiciones morales a veces hasta contradictorias, llevando a una descomposición gradual y paulatina sociedad-Estado, arrastrando con ello, toda posibilidad de formar Nación. Lo que hasta ahora ha sucedido, es la formación de bandos y no hemos podido ni tampoco se ha alzado la voz que logre el punto de equilibrio. Al margen de los acontecimientos que se viven y que consigan superar esos intereses y confusos sentimientos de atraer agua para mi molino, no hay una ponencia y reflexión guiada en “pensando en todos”. Solo ésta puede romper esa densa maraña de intenciones disfrazadas bajo el ropaje de buenas intenciones en donde el derecho y el deber se ocultan de nuestra personalidad. Es necesario diseñar y plantear una mirada no empañada por el egoísmo. Tal vez una contemplación más serena y a mayor distancia, nos puede permitir contemplar mejor y empezar a vislumbrar lo que más nos conviene, de lo contrario tenemos y estamos ante un oscuro porvenir.