Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Muchas personas en el mundo se dedicaron en el transcurso de 2016 a defender al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en gran parte porque era el rival de quien consideraban de izquierda y corrupta, pero el debate era más pasional que racional. No importaba qué hiciera uno u otro, era un tema ideológico, de racismo puro y ello nubló la razón de muchos.
La gente que defendía al magnate no tenía mayores argumentos, pero se entendía que no era un apoyo a Trump per se sino un rechazo categórico a Obama, Clinton y los demócratas en general, porque los conservadores estimaban como una afrenta para el mundo las políticas de los liberales.
En Estados Unidos, muchos de los miembros del Partido Republicano se excusaban diciendo que Trump era mal candidato, un riesgo “menor que Clinton”, pero que en el poder sería otra cosa, que aprendería a ejercerlo y que era alguien “manejable” o “aconsejable” en términos de Washington.
¡Oh sorpresa! El Presidente de los Estados Unidos resultó ser indomable, extremadamente impulsivo y ha venido cometiendo una serie de errores porque en parte, piensa que ejercer la Presidencia es lo mismo que ser el CEO de sus compañías donde hacía las cosas a su estilo y aprovechaba cualquier gris o “loophole” que existiera, y así logró salirse muchas veces con la suya.
Ahora, estando sentado en la silla que da más poder en el mundo, las cosas cambian y basta ver lo que ha pasado para darnos cuenta que el mundo está en las manos de un hombre con poca o nula capacidad para el efecto.
Y traigo todo esto a colación, y me hago la pregunta del titular, porque siento que defender a Trump ahora, después de todo lo que ha pasado, es igual que defender nuestro sistema después de las abundantes muestras que hemos tenido de que el mismo es un modelo totalmente colapsado, secuestrado que requiere de una reingeniería total, aunque se ejecute por fases.
Defender a Trump, como defender nuestro sistema, es casi como defender a un Maduro, por ejemplo, porque desde el ángulo en el que se le mire no se encontrarán temas medulares que nos permitan pensar que es el rumbo correcto.
Nos escandalizan los populistas latinos, pero no el canche de los Estados Unidos que resultó más populista que los populistas. Algunos creyeron que como era hombre de negocios, no habría problema porque sus acciones serían en beneficios de todos los empresarios del mundo, pero Trump se ha asegurado, con el apoyo de su yerno e hija, que los primeros beneficiados con el poder sean ellos como familia.
Desde enero he repetido que por muy hábil que pudiera ser, Trump iba a cometer un error de cálculo que le pasaría factura. Una cosa era ser candidato y otra diferente ser Presidente, pero ahora vemos que el Presidente gringo no quitó maña porque trató de hacer de las suyas en la campaña y quiso borrar sus pasos una vez en la Presidencia.
Pero insisto, nos tenemos que dar cuenta que hay cosas en la vida que son indefendibles aunque tratemos de sustentarlas con argumentos de odio, de racismo, ideológicos o de cualquier tipo de polarización. El mundo está en vilo y no podemos seguir enfrascados en un debate sin sentido entre izquierda y derecha.
Y si el mundo está en vilo, Guatemala está al borde del precipicio, y por eso, nos debemos poner más serios y coherentes para alcanzar acuerdos.