Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu
Los problemas económicos, sociales y políticos en los países pequeños de la región centroamericana, también afectan a los países vecinos del norte. Cuestiones como la violencia, la seguridad, la falta de educación, salud, trabajo y justicia, así como los altos niveles de impunidad y corrupción, que algunos guatemaltecos creen que son temas de orden nacional, resultan ser asuntos que le interesan a la comunidad internacional.
Muestra de esto es que a mediados del mes de junio se llevará a cabo en Miami una reunión de alto nivel convocada por México y Estados Unidos, quienes sienten amenazada su seguridad por los problemas que se originan en los países del Triángulo Norte Centroamericano (Guatemala, Honduras y El Salvador). El gobierno del presidente Trump no ha disimulado su preocupación por lo que pasa en los países de la región. Recordemos que la primera visita del General John Kelly, como Secretario de Seguridad Interna, fue para Guatemala. En dicha oportunidad se refirió a los temas de migración, pero también a las entidades criminales, como los cárteles de la droga y las pandillas que proliferan en Centroamérica, pero que afectan directamente a los Estados Unidos.
Recientemente, durante una conferencia en el “Atlantic Council” el secretario Kelly expresó que su gobierno está dispuesto a seguir apoyando a los países centroamericanos a través del proyecto de Alianza para la Prosperidad, para que estos resuelvan los problemas de inmigración, pero también los asuntos de prosperidad económica y de desarrollo. Según manifestó: “Si podemos mejorar las condiciones de vida de hondureños, guatemaltecos y centroamericanos, podemos hacer mucho para proteger la frontera suroeste”.
Me parece que el secretario Kelly tiene razón, porque los 11 millones de migrantes indocumentados, que abandonan su país y arriesgan su vida para llegar a Estados Unidos, no se van de vacaciones. Sino que huyen de la violencia, de la falta de seguridad, de la falta de oportunidades. Van en búsqueda de un futuro que les permita vivir sin miedo, en el que su esfuerzo sea reconocido y puedan sacar a sus hijos adelante.
La relación directa de estos temas con la impunidad y la corrupción es evidente. Un Estado que no es capaz de brindar seguridad y justicia a sus ciudadanos, es para efectos prácticos un Estado Fallido y esto no les gusta a los vecinos, porque pone en riesgo su propia seguridad. Así las cosas, la intervención de la comunidad internacional se hace indispensable, vengan con el vestido de la CICIG, del Plan de Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte o de intervención de fuerzas de paz con cascos azules de la Organización de Naciones Unidas.
Hay que entender que en la era de la globalización, las relaciones internacionales han cambiado y el concepto de soberanía también se modifica. Para que nuestra voz se escuche en el concierto de las naciones, nuestras instituciones deben responder a las necesidades de la ciudadanía. No importa mucho el tamaño del país, como la solidez de su Estado de Derecho y la capacidad de sus funcionarios públicos. Veamos a Chile, Uruguay o Costa Rica que son en América Latina ejemplo de una diplomacia activa.
Si no nos gusta que otros nos digan cómo resolver nuestros problemas, bien haríamos en encontrar nosotros la solución para construir una institucionalidad que resuelva la problemática socioeconómica y política, que dé confianza en la justicia y que garantice a los guatemaltecos un futuro más digno.