Adolfo Mazariegos

Hace algunas semanas vi en la televisión parte de un documental en el que se abordaba la problemática del cambio climático y sus preocupantes efectos a corto, mediano y largo plazo; una cuestión que, a pesar de evidencias que cuesta mucho cuestionar, muchos -inclusive a nivel científico- han querido desmentir y le han catalogado como un fraude en el que se ha embaucado a millones de seres humanos a lo largo y ancho del globo. Más recientemente, en un canal de televisión por cable, vi el anuncio de otro documental en el que la temática central era la problemática del agua en distintas latitudes, cuestión que empieza a convertirse en una situación sin precedentes que ya afecta a millones de seres vivos en todo el mundo (no solo humanos, por supuesto). Y Guatemala, evidentemente, no es ni será en eso la excepción; prueba de ello son imágenes como las que en días recientes han empezado a circular en distintos medios del sitio que otrora fuera la laguna de Atescatempa, en Jutiapa, un cuerpo de agua que abarcaba poco más de 5 kilómetros cuadrados y que hoy se encuentra reducido a solamente un par de pequeños charcos que pueden observarse en lo que un día fuera su centro. Nunca tuve la oportunidad de visitar el lugar, pero me impactó ver las fotografías del sitio que tan sólo hace unos pocos años era un destino turístico de aguas turquesas en el que muchos lugareños podían, incluso, pescar para su propia subsistencia, actividad que hoy, por obvias razones, sencillamente es algo inexistente e impensable. El cambio climático es un hecho, muy a pesar de sus detractores o de las corrientes que por conveniencia tratan de minimizar sus efectos y la devastación que estos pueden ocasionar. Aunque nos neguemos a verlo, o aunque no queramos admitirlo, lo cierto es que dichos efectos ya nos han alcanzado, y todo indica que, mientras las cosas sigan como van, la situación no cambiará ni se detendrá. Por el contrario, la tendencia es a incrementarse, y, como es lógico, a afectar en mayor proporción a aquellos que tienen menos ventajas o posibilidades de sobreponerse a las inclemencias de las adversidades medioambientales (climáticas), mismas que suelen traer consigo hambre, desastres y otros efectos tristes, nefastos y muchas veces brutales. El Foro del Clima de América Central ha indicado que este año, muy probablemente, el fenómeno del Niño hará nuevamente sentir su fuerza en el área, anticipándose desde ya, una secuela de sequía que indudablemente traerá consigo efectos como el que ahora observamos en Atescatempa. Guatemala también sufre los efectos del cambio climático en el mundo, ya lo estamos viendo, y me parece que, aunque sea mediante acciones mínimas, todos podemos de alguna manera contribuir a contrarrestar los efectos de un desenlace medioambiental que podría ser irreversible y del que, como humanidad, podríamos arrepentirnos cuando ya sea demasiado tarde, ¿qué mundo dejaremos a quienes vienen después de nosotros?… Pensémoslo.

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