Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

El sábado 13 de mayo, Jorge Novo Docampo se presentó ante su Creador.
Jorge, quien merece todo mi cariño y respeto, no era guatemalteco por nacionalidad, aunque si en buena parte lo era de corazón.

Él nació en La Habana, Cuba, de padre y madre gallegos; es decir, de españoles provenientes de Galicia que habían inmigrado de forma separada e independiente a Cuba. Su padre, su abuelo y bisabuelo eran de profesión joyeros y orfebres, razón por la cual Jorge y su hermano, desde niños y adolescentes, aprendieron dicho arte, lo que le permitió a Jorge elaborar cualquier trabajo de joyería que se le requiera, con la más alta calidad.

Jorge no llegó a Guatemala por casualidad, en la década de sus 20 años, siendo oficial naval en Cuba ante la revolución castrista, él y otro grupo de jóvenes fueron motivados por autoridades norteamericanas para tomar algunos de los barcos de la armada cubana y a bordo de ellos trasladarse a Estados Unidos, donde según me relató, esas autoridades norteamericanas les ofrecían que serían incorporados profesionalmente a la marina de Estados Unidos.

Sin embargo, después de inmigrar con otros compañeros a Estados Unidos no se produjo lo que les habían ofrecido por lo que, teniendo la autorización legal para residir en dicho país, se radicó temporalmente en Nueva York y después en Nueva Orleans, dedicándose al arte de la joyería y orfebrería, oficio que había aprendido de su padre y heredado de sus antepasados. En Nueva Orleans, Jorge estableció una joyería en Canal Sprint, frente al hotel Marriot.

En esa misma época residía en Nueva Orleans mi hermana Victoria Emilia Reyes López quien, después de haberse divorciado en Guatemala, consideró que lo más adecuado para ella era trasladarse a Luisiana, al frente de Nueva Orleans, donde había estudiado en un conocido colegio de monjas ursulinas.

Como es frecuente y ante todo en esas épocas, la comunidad latina se conjugaba y reunía, lo que permitió que Jorge y mi hermana se conocieran y establecieran un noviazgo que derivó en que ambos decidieran casarse, con el antecedente de que ambos habían tenido un matrimonio previo.

Cuando Jorge y mi hermana vinieron a Guatemala a anunciar su matrimonio, mi reacción no fue positiva; sin embargo, el tiempo me demostró que estaba equivocado, y también me permitió ya no ver a Jorge como un pariente político sino, por el contrario, como un amigo digno de confianza y de mucho cariño.
Como cubano, Jorge nunca simpatizó con la revolución castrista, tampoco nunca dejó de suspirar por el lugar de su nacimiento y, aunque su pasaporte por muchos años ha sido norteamericano, su corazón como ya lo dije, es predominantemente guatemalteco.

Mi respeto, insisto, y mi cariño por Jorge es de hombre a hombre, de amigo a amigo y no como pariente político. Su gran capacidad como joyero, como orfebre está presente en miles de miles de personas que le depositaron su confianza comercialmente hablando, confianza que Jorge, sin duda alguna, merecía ya que siempre prefirió no ganar, inclusive perder dinero, que abusar de alguna persona en sus transacciones comerciales.

Al despedirlo hoy, cristianamente le digo: descansa en paz amigo, ya pronto nos reuniremos.

¡Guatemala es primero!

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