Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Siempre he considerado que si de verdad queremos ser mejores, debemos escuchar las posturas de los demás y no tomar nuestras opiniones como la “verdad verdadera” de Vinicio Cerezo, y por eso me he dado a la tarea de platicar con personas que están en contra de los cambios a la Constitución vía la reforma que impulsó la mesa técnica, que se discutió con diversos sectores a nivel nacional y que terminaron presentando los Presidentes de los tres poderes del Estado.

Y después de escuchar algunas cosas que a mi juicio hacen poco serio el debate, sí hay un tema que me ha llamado la atención y es que empieza a ser cada vez más claro el hecho de que el sistema no funciona, que está cooptado, que en las condiciones actuales no hay futuro y de que sí se necesitan cambios.

Sigue habiendo muchos dejos de que todo lo que ha pasado en Guatemala es un tema de la izquierda que se quiere instalar en el poder y que si hacemos cambios a la Constitución nuestro futuro es Venezuela. Yo he sostenido que es válido decir que la lucha contra la corrupción se tiene que expandir, no acabar y también he dicho que lo de Venezuela es posible, pero no por las reformas sino por la incapacidad que hemos tenido las élites para poder dar respuesta a los vicios estructurales que hacen tambalear el sistema, negar las oportunidades y fomentar la marginación y la corrupción.

Y es que quedarnos como estamos no es opción porque eso es abrirle las puertas a las personas tipo Blanca Stalling, “La Patrona” de las Cortes y cerrárselas a personas tipo Claudia Escobar y demás jueces honestos que están en el sistema o queriendo entrar a él.

Los opositores dicen que los diputados son, en su mayoría, corruptos y que por ende no son idóneos para cambiar las reglas del juego, pero a la vez le piden a algunos exconstituyentes que hablen por ellos y digan que los cambios deben ser por leyes ordinarias (sin entrar en detalles), pero ese cambio también se debe dar a través de esos mismos legisladores, por lo que quedamos en lo mismo pues tan poco idóneos son para una cosa como para la otra.

Yo creo que es vital partir de varias premisas: el sistema no funciona y necesita cambios porque sin eso, nunca podremos tener esas “reglas claras” de las que tanto se habla. Si estamos de acuerdo que las cosas deben cambiar, encontrar la forma debería ser más sencillo si en realidad queremos buscar consensos por una agenda mínima que abra la puerta de un verdadero cambio.

Lo que no podemos seguir haciendo, es decir, por un lado, que deseamos cambios y, por el otro, hacer todo lo que esté al alcance para asegurar que nada cambie esforzándonos porque las cosas nunca empiecen a tener un rumbo diferente.

Sostengo que los extremos son malos, que las polarizaciones no nos ayudan y que se está exacerbando una peligrosa lucha de clases que solo nos traerá más problemas y con nada de lo anterior logramos que más niños se eduquen, que más jóvenes tengan acceso a salud, que menos gente se muera o reducir la impunidad, la corrupción y los tráficos de influencias.

El manoseo al sistema no es nuevo y Ríos Montt encarna esas dos caras del manoseo, porque para el tema del genocidio hay quienes dicen que se manoseo la justicia, pero también se manoseo cuando el General dispuso ser candidato a pesar de tener una clara prohibición y, en ambos casos, fue la `Corte Celestial´ (CC) la que arregló todo. Ese ejemplo, aunando a otros, nos debe servir para darnos cuenta de las necesidades de cambio.

Si de verdad no queremos ser Venezuela, nos debemos poner más serios y hasta hoy, veo muy poca profundidad en el debate y por el contrario, un estéril desborde de pasiones.

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