Edgar Villanueva

Ha trascendido en los medios de comunicación que durante el mes de junio de 2017 los Presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica sostendrán una reunión con el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence. Dicha reunión, sería el primer acercamiento de ese nivel entre la administración del presidente Trump y la región centroamericana y seguramente marcará el estilo y orientación que el nuevo gobierno estadounidense querrá darle a su relación con nuestros países. En las semanas que preceden a dicho encuentro, es importante tener en cuenta algunos elementos que podrían darle forma al tono y a los resultados que puedan salir del mismo.

En primer lugar, el número de migrantes que realizan el viaje a los Estados Unidos ha bajado en comparación con los números del año 2014, año de la crisis humanitaria de los niños menores no acompañados. Sin embargo, la tendencia a la baja después de 2014 no ha sido sostenida, con otro incremento de migración en 2016, y seguramente, mantener este número a la baja será una de las preocupaciones del vicepresidente Pence.

Asimismo, el Congreso de los Estados Unidos aprobó US$ 655 millones para la Estrategia de Relacionamiento con Centroamérica, el programa estadounidense creado para apoyar al Plan de la Alianza para la Prosperidad. La cifra es 95 millones más baja que lo aprobado para años anteriores, pero sigue siendo un aporte considerado como significativo por los estadounidenses y seguramente querrán ver resultados. Esto pondrá sobre la mesa la discusión de las condiciones a la asistencia de EE. UU. para el Triángulo Norte a las que se les debe de poner mucha atención pues la discusión del presupuesto de 2018 (uno que podría modificarlas y que tendrá más contenido de la Administración Trump), comienza pronto.

Como tercer elemento está la situación de corrupción, violencia, falta de certeza jurídica y falta de generación de condiciones económicas que estimulen el empleo, factores que para los estadounidenses influyen en la migración hacia su país. Por el momento, además de algunos logros en temas de combate a la corrupción y reducción de homicidios en algunos de los países no hay mucho que presentar. Además, en los tres países existe una percepción que el sistema político desea seguir operando igual que en el pasado.

Con este panorama, los Presidentes del Triángulo Norte se sentarán a la mesa a solicitarle al vicepresidente Pence que se mantenga el enfoque de desarrollo de la cooperación estadounidense con poco que mostrar en la reducción de migración y en la mejora de las condiciones en los países de origen. Esta vez no tendrán del otro lado de la mesa a Good Ol’ Joe Biden, un hombre más afable y mesurado, sino a un nuevo Vicepresidente acompañado de sus Secretarios de Seguridad Nacional, Tesoro y Comercio (la integración de la delegación es parte del mensaje). En este contexto, si el Triángulo Norte llega con una postura de pedir, en lugar de asumir responsabilidades y proponer soluciones, podría ser un mal inicio a una relación inevitablemente tensa.

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