Alfonso Mata
Han pasado dos años desde las protestas y no encuentro sorprendente que no se haya logrado solidaridad, cosa que he expresado varias veces: no somos nación. Somos marcadamente individualistas, solitarios, sin contacto con la sociedad a lo sumo con grupos y nunca hemos podido fundar solidaridad ni con base en una democracia política partidista o ideológica y mucho menos de un consenso, lo que nunca nos ha permitido concretar metas prácticas y colectivamente asequibles, de bienestar común. Eso sí, somos gente con muchas preocupaciones, exigencias aún más y deseos siempre, todo lo cual ponemos enfrente a cualquier cosa que se nos sugiera y de esa forma nos automarginamos de la acción política. Somos pues tanto acreedores como deudores de formar nación.
No podemos ir aplazando esa necesidad por tiempo indefinido. El efecto de ese olvido y silencio merma la libertad espiritual y hemos olvidado aquella máxima de que “la política es algo demasiado serio, como para dejarla en manos de los políticos” por un: “aquí yo y los míos, allá los otros y más allá los políticos” y si revisamos nuestra historia, veremos que esa construcción ha formado nuestra realidad; estamos acostumbrados a esperar milagros, no a hacerlos. Tal es nuestra idiosincrasia de la cual, con mucha astucia, los representantes del poderío político se han aprovechado y eso a pesar de que algunos han salido trasquilados, nos tienen como pueblo crucificados.
No quiero darle muchas vueltas al asunto, la democracia y la política en nuestro medio carece de un puente dejando un abismo entre autoridades y pueblo. A la justicia le sucede otro tanto. ¿Cómo se puede cerrar esas brechas? Para empezar teniendo un Estado crítico; ejercer crítica sobre lo falso, torcido e indigno sirve apenas para empezar, pero sin acción sobre rasgos y bases fundamentales de esa política y sociedad deteriorada, que es lo que muestra la reflexión general, la cosa no pasa de que aun asustado, el político sigue ganando espacios y distancias, aunque en el aire haya ideas políticas relevantes.
A pesar de que yo no conozco, ni mucho menos, todo lo que actualmente ocurre y me imagino que ustedes tampoco, estoy convencido que tanto en las estructuras sociales como en las políticas, podemos observar una escala muy amplia ocupada por injusticias, agresiones y violencia contra las normas y los valores (su forma, su estilo) y no es cuestión de política emitir juicio a ese respecto, es obligación de la sociedad y en cuanto más variados sean los juicios, será más posible la escala de ganancias para la selección de políticas de reforma más incluyentes, cosa que nunca ha marchado para adelante en nuestra historia, no permitiéndonos una democracia más viva, rica y más activa. Si no nos arriesgamos a conseguir una democracia mayor, no podemos formar y refundar una nueva nación. Una sociedad sin estas metas en este punto quiero decir: libre de compromiso y tolerante, no puede tener en la retaguardia el silencio ni la paciencia que solo nos conduce a temores y a vivir inmersos en medio de tensiones de pobreza e ignorancia que demanda de justicia social mayor y cuyo olvido nos ha llevado a crear ciudadanos llenos de prejuicios y desconfianzas, incrédulos, egocentristas y egoístas inmersos en una habitación fría a la que osadamente llamamos nación en donde la estufa de la legislatura no funciona, y la acción desaparece entre llamas, mientras adentro todos temblamos de frío. Ante esa adversidad, solo una rebelión creadora, puede ayudar a salirnos de ese vivir ajeno a la sociedad.
¿Qué camino seguir ante esto? Ese es el gran reto, lo único que sabemos es que no podemos vivir eternamente en crisis política, debemos superarla y no es tanto la falta de entendimiento lo que nos lo impide, sino la impotencia de unir muchas partes de cordura, en un entendimiento integrado. No existe grupo alguno de hombres ni institución ni fuerza política que pueda hacer en conjunto esta tarea, muchos hombres y grupos aislados ya lo hacen, de lo que se debe tratar es que crezcan unidos esos grupos; lo único que es imaginable, es que una solución imaginable no es posible, sin un círculo extenso de participantes, con orientación amplia y objetiva.