Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El despido fulminante de James B. Comey como director del FBI en Estados Unidos ha causado enorme conmoción no sólo porque fue uno de los elementos claves en el triunfo de Trump en las elecciones de noviembre último, sino especialmente porque se produce justo cuando el mismo Comey había declarado ante el Congreso que está activa una investigación sobre los posibles vínculos de la campaña de Trump con los espías rusos que interfirieron en el proceso político norteamericano.

Para mañana jueves estaba prevista otra citación a Comey para ofrecer mayores detalles del curso de esa investigación, mientras que ayer mismo un Fiscal Federal emitió una orden para investigar más a fondo el caso del general Flynn, justo horas antes de que se diera la abrupta destitución del director del FBI. Y, por si las coincidencias no fueran suficientes, hoy Trump recibe en el Despacho Oval de la Casa Blanca al Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, en lo que los analistas consideran un pobre y burdo manejo de la situación.

Trump puede haber supuesto que por el papel de Comey en la derrota de Clinton los demócratas aplaudirían su decisión de destituirlo, pero la reacción ha sido totalmente adversa. En la carta, pobremente redactada y que mandó a dejar al FBI con quien fue su guardaespaldas personal durante la campaña, el Presidente dice que no obstante que en varias oportunidades el despedido le dijo que no había ninguna investigación en su contra por el caso ruso, cree que el manejo del caso de los e-mail de la candidata demócrata es válida razón para removerlo.

Trump no es un político y está rodeado de gente que no tiene mucha experiencia en el ejercicio de ese poder, pero cuesta creer que sus asesores le aconsejaran actuar tan burdamente cuando pudo tomarse más tiempo para no hacer que todo coincidiera para despertar las fundadas sospechas de que la investigación por la intromisión rusa provocó su decisión. Por supuesto que la torpeza puede ser una explicación sobre el errático proceder de la Casa Blanca respecto a este caso, pero también cabe la posibilidad que el consejero en esta ocasión haya sido el miedo o la desesperación ante las inminentes pesquisas que se venían por el caso ruso.

El Presidente tiene la facultad legal de cambiar al director del FBI, no obstante que estaba nombrado para un período de diez años y apenas estaba en su tercer año de ejercicio. Pero además tiene la potestad de nombrar a alguien que no mueva más las aguas de la posible complicidad entre la campaña de Trump y los rusos para manosear la democracia norteamericana.

Trump está seguro de que sus seguidores aceptarán todo lo que él diga, porque así ha sido en cada clavo que ha tenido, empezando por la forma en que dijo que trata a las mujeres. Sin embargo, el ejemplo de los franceses al repudiar la intromisión rusa en su política puede provocar un ligero desplazamiento de la opinión pública y con poquito que ésta cambie, el futuro de Trump puede parecerse mucho al pasado de Nixon.

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