Guatemala es una mezcla de pasiones coyunturales que muchas veces terminan siendo irracionales y que empujan a los ciudadanos a polarizarse cada vez más en los temas de trascendencia nacional.

Tal es el caso ahora con la propuesta de reformas constitucionales para el sector justicia que ha terminado siendo utilizado de manera ideológica para generar oposición a propuestas que buscan la independencia y eficiencia versus el control de los grupos paralelos.

Mucha gente se siente señalada cuando se ha comentado que quienes están en contra de los proyectos de reforma están facilitando el camino para los corruptos, pero termina siendo cierto que muchos, al utilizar argumentos tan absurdos como que «Guatemala sería la próxima Venezuela», le están facilitando la batalla a los que han secuestrado las instituciones para que la corrupción y la impunidad se impongan.

El mismo CACIF ha querido jugar el papel «políticamente correcto» de decir que apoyan las reformas, pero a la vez se han opuesto permanente y persistentemente a cada uno de los temas de trascendencia que se han planteado.

Es difícil de explicar o de entender que cuando se hicieron las convocatorias para discutir técnicamente las propuestas los sectores e individuos no hayan aprovechado para hacer los planteamientos que ahora realizan.

Eso sí, apelan al Congreso de la República, posiblemente la peor legislatura que hemos tenido, para que sean los que realicen una labor de «defensa soberana» como si evitar el avance en la lucha contra la impunidad y fortalecer el sistema de justicia amenace nuestra identidad como guatemaltecos.

Hace unos meses, la propuesta de reformar el artículo 203 de la Justicia Indígena era el tema de conflicto y polarización. En aquel momento, se advirtió que ese artículo sería la excusa para evitar que se aprobaran las reformas. Vale recordar también que las mismas Autoridades Ancestrales pidieron que se retirara de la discusión para que no entrampara el resto de la propuesta.

Ahora es el Consejo de la Carrera Judicial o como se le quiera llamar. Resulta que un pequeño pero muy poderoso sector de la sociedad prefiere que los Stalling, Charchal, Valdez, Quesada, etc., sigan siendo «sus» peones en el control de las Cortes por medio de un sistema de Postuladoras que está dominado por los poderes más oscuros y corruptos que se pueda imaginar.

Es difícil de explicar que la conciencia de un país entero sea tan fácilmente manipulable. Cuando pasan estas cosas nos damos cuenta que, de verdad, lo que muchos cacarean de poder enfrentar solitos las estructuras de la impunidad, es una soberana mentira.

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