Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
En la sociedad contemporánea los miedos crecen, como aumenta la exposición a peligros verdaderos, pero también imaginarios. La sofisticación de la vida, trae consigo miedos sofisticados. Y actualmente, hay un sinnúmero de nombres para designar a miedos específicos.
El miedo es una emoción natural, que nos sirve de protección para el peligro. Pero, algunas veces, la percepción del peligro se observa de una manera aumentada. Y esto conduce, a paralizar acciones, o, a no vivir plenamente. Se dice, que el mejor antídoto contra el miedo, es el amor. Sin embargo, la gente vive un mundo de desamor, con pocas redes de apoyo familiar y social, y el desamor es vivenciado desde la niñez.
La confianza básica, es la primera etapa de la teoría psicosocial de Erikson. Y la describe desde el nacimiento hasta los dieciocho meses de edad, de manera aproximada. Hace referencia a los cuidados amorosos de la madre, que son el inicio del desarrollo del vínculo que le servirá como base de sus futuras relaciones con otras personas. Si esta etapa se desarrolla con éxito los niños crecerán desarrollando vínculos sociales estables, sin ansiedad y sin inseguridad. De lo contrario, los niños crecerán inseguros y su relación con las demás personas se verá afectada por ello.
“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”. Aldous Huxley – Novelista, ensayista y poeta inglés.
Tener miedo, es natural, y hasta prudente. Pero, cuando la persona proyecta su miedo a los demás. Se convierte en vulnerable, puede llegar a ser elegida como víctima de violencia (los ladrones, por ejemplo, saben escoger a sus víctimas, y mientras más temerosas se encuentran, para ellos, se les facilita el asalto). Por lo cual, el miedo, aunque se sienta, es mejor no proyectarlo. Porque, sino, pasa al igual que con los perros, que cuando sienten el miedo de alguien, se arrojan a morderlo.
La verdadera valentía, no corre a expensas de la omisión del miedo. No es que no se observen los peligros, o las consecuencias de las acciones. Es, solamente, enfocarse en lo que en verdad se desea. Muchas veces pasa, que la gente se acostumbra a acompañarse de su miedo, sin él, se siente más sola que nunca, porque no ha conocido el aprecio de su propia compañía.
Porque ha perdido la fe, en sí misma, en los demás, o se encuentra ante un sistema de creencias frágil o ausente. Es probable que en la niñez, no se haya conformado de manera adecuada la confianza básica. Pero, es tarea de adulto el trabajar por ella. Porque, la misión, que cada quien trae a la existencia, es la de ser feliz.
Para finalizar, quiero agradecer a Carmen Regina y María Lucila, la posibilidad que me han brindado en el aprendizaje de la vida. Al extenderme sus manos con ternura, cariño y apoyo. Y al incluirme en su círculo de fe. Y, también es mi deseo, brindarles una frase que nos ayude a reflexionar más ante el tema. Le pertenece a Marie Curie, física francesa: “Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos”.