Guatemala es un país que vive demasiado ajetreado por escándalos que vuelven complicado detenernos para plantear soluciones a los problemas que tanto daño le hacen a la sociedad y a los grupos en mayor situación de vulnerabilidad por pobreza y abandono.
Resulta que a esta fecha ya muchos han olvidado el caso de Hogar Seguro Virgen de la Asunción, donde murieron las jovencitas recluidas bajo la tutela del Estado. No digamos las denuncias de antes y que siguen surgiendo sobre la posible trata de aquellas menores y sus compañeras. Hay menciones hasta de 106 niñas desaparecidas por estos hechos. ¿Vamos simplemente a olvidarlo?
Hace una semana, dos adolescentes fueron asesinadas en plena vía pública a tipo de ejecución y lo que más nos sorprende es que ni siquiera hubo escándalo social. Nadie pareciera que se haya ni inmutado por este horrible hecho de violencia.
¿Nos sucederá lo mismo ahora que ha fallecido Brenda? Ella ha sido la alumna que ha obtenido más atención de la sociedad, tras haber sido atropellados más de una decena de estudiantes por un energúmeno.
La sociedad urbana guatemalteca gasta más energía lamentando que se imponen procesos, intervenciones y sanciones contra negocios que han evadido impuestos y otras que han realizado prácticas de defraudación.
No digamos a los que celebran que el monumento a la corrupción, TCQ, encontró a los perfectos operadores para seguir siendo rentable a quienes se compraron a pura mordida el derecho de adueñarse de los terrenos estatales.
En fin, que nos la pasamos desbordados por temas que son escandalosos, pero que no nos llevarán a resolver los profundos problemas del país, sino que solo son temas de coyuntura que mantienen medio anestesiada a la población.
Sería conveniente que empecemos a hablar de cómo y para cuándo será la transformación del Congreso de la República que sigue siendo un nido a donde llegan solo a mercadear sus votos; a presionar a otros funcionarios por puestos, plazas y contratos; y a ver cómo se teje la nueva chamarra de la impunidad que los cubra a todos.
O pedirle al Ejecutivo que de una vez por todas demuestre que al menos tienen la noción de por dónde ir. La verdad es que parece que el mandato que entendió el presidente Morales es el de navegar en la mayor tranquilidad posible en las aguas turbulentas, pero nada de aportar con políticas a la solución de los problemas.
¿Y la Justicia? Bien gracias. Sigue siendo lo mismo. Al final, terminamos rebalsados por estas coyunturas que nos demuestran que estamos fritos.