Francisco Cáceres Barrios
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Desde hace muchos años que adopté la costumbre, muy buena por cierto, de trabajar desde las primeras horas del día, lo que me representó andar por las calles de las cinco de la mañana en adelante. Quien no tiene la costumbre de hacerlo, seguramente pensará que a esas horas solo circulan los lecheros, los repartidores de periódicos o los guachimanes que terminaron su jornada o los que desde muy temprano la inician. Pues sin duda alguna, de un tiempo a esta parte, la vida ha cambiado mucho en nuestro país. Tampoco es ya exclusivo de la gente del campo levantarse temprano para evitar trabajar bajo el inclemente sol del verano. Ahora, lo usual es encontrarnos con profesionales, empresarios, industriales y comerciantes que tratan de evitar el transitar a las llamadas “horas pico” que cada día son más extensas.

Como decimos en buen chapín: “hay que ganarle tiempo al tiempo” y por ello a diario andamos en la búsqueda de un espacio en que se nos permita trabajar sin que el “celular inteligente” nos interrumpa con los mensajes o las llamadas telefónicas de siempre. Pero no se vaya a creer que andar por las calles a temprana hora no es peligroso. Al contrario, es cuando más los conductores incumplen con que la luz roja del semáforo signifique detener por completo el vehículo antes de cruzar una intersección o que como es temprano, pues se le pueda meter más el pie al acelerador, olvidándose que la gran mayoría de vehículos en el país no tienen todas sus luces en buen funcionamiento y de ahí surjan los grandes encontronazos.

La mayoría de gerentes de empresas siguen creyendo que su flotilla de vehículos durante las primeras horas del día es cuando más seguras pueden circular. Craso error, pues es cuando sus choferes creen contar con la pericia de los conductores de Fórmula I de la talla de Vettel, Alonzo o Hamilton para demostrar que ellos también son ases del volante. Pero seguramente el amable lector estará preguntándose: ¿Qué es de los policías, agentes de tránsito, intendentes o voceros de las autoridades municipales que se suponen son los responsables de velar por el cumplimiento de las leyes de tránsito? Disculpe, pero si a plena luz del día es muy difícil verlos cumplir con su deber, de la seis de la tarde para las nueve de la mañana son más difíciles de encontrar que una aguja en el pajar. Por lo que no queda otra opción que encomendarnos a Dios Nuestro Señor y pedirle que nos agarre confesados, porque sobrevivir en la anárquica jungla del tránsito capitalino cada día es toda una calamidad.

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