Douglas Gámez
dgamez@lahora.com.gt

Hay días en los que es difícil dar a conocer las noticias de lo que sucede en Guatemala; ayer fue uno de estos. El saber que trece estudiantes de la Escuela de Comercio No.2 fueron atropellados por salir a las calles y alzar la voz para exigir las condiciones mínimas, para no estancarse en este país escaso de oportunidades, genera tristeza y rabia.

En redes sociales, los comentarios plasmados por algunos guatemaltecos, tratando de justificar lo hecho por el responsable de tal acto generan mucha más preocupación.

¿Cómo justificar y hasta aplaudir la actitud de un ciudadano que prefirió poner el “derecho de la libre locomoción” sobre el de la vida de los estudiantes?

Otros condenan lo hecho, pero quieren responsabilizar a los profesores del plantel “por incitar” a la manifestación, ¿acaso estamos volviendo a una época en la que era perseguido y asesinado aquel que impulsaba a la sociedad a exigir sus derechos?

Desde la Redacción de La Hora es difícil y nos preocupa reportar las historias y las noticias de una juventud y niñez abusada por un sistema que no les brinda las condiciones necesarias para educarse, profesionalizarse y tener una vida plena y llena de satisfacciones.

Además de no contar con las condiciones mínimas, a quienes se atreven a alzar la voz y tomar medidas de hecho ante las presiones que ponen en riesgo el desarrollo de su vida, el Estado y la sociedad se encargan de criminalizarlos, invisibilizarlos o terminar con sus vidas.

Lo sucedido ayer, que dejó como resultado trece menores de edad atropellados, una de ellas con una pierna amputada, es solo una muestra del proceso de descomposición en el cual están sumidos el Estado y la sociedad.

Ayer fueron trece adolescentes los que pagaron un precio alto por exigir insumos escolares, por pedir al aparato estatal que les dieran las condiciones y las herramientas para aprender, vencer la ignorancia, para no convertirse en un miembro más de alguna pandilla o tener que migrar a los Estados Unidos para que a sus seres queridos nos les falte el pan de cada día.

Basta ya de buscar justificaciones, de decir que mejor hubieran protestado en la banqueta, de criminalizar al que alza la voz por su pueblo hambriento. Guatemala necesita de jóvenes como ellos, ejemplos de ciudadanos con más conciencia y valor que nosotros, que permitimos que el Estado fuera cooptado para unos pocos.

Ojalá este no sea un mal precedente para que nuestros niños y jóvenes crezcan en una nueva época de temor y persecución, en la que piensen que exigir los derechos de la mayoría es sinónimo de poner en riesgo la vida.

Hoy lamentamos desde la Redacción de La Hora el abuso cometido contra trece jóvenes, pero esto es solo un ejemplo de todas las situaciones que vemos a diario, y que nos generan los mismos sentimientos. Hace dos días fueron dos adolescentes ultimadas a sangre fría en Chinautla, hace más de 40 días las niñas y adolescentes del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, mañana no sabemos con qué tristeza y dolor tendremos que lidiar. Esperamos que sea ya suficiente de malas noticias para darnos cuenta que no podemos seguir así como Estado y sociedad.

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