Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

A alguien se le ocurrió que el Congreso podría declarar la fecha del 25 de abril de cada año como el Día de la Lucha Contra la Corrupción, tomando en cuenta que fue justamente el 25 de abril de 2015 cuando se produjo la masiva manifestación ciudadana en la Plaza Central para protestar por el escándalo del Caso La Línea que, por cierto, dos años después sigue entrampado por el litigio malicioso que se practica impunemente en Guatemala. Por supuesto que los diputados no quisieron ni siquiera oír hablar del tema y que la iniciativa no fue aprobada porque el tema no constituye ninguna preocupación ni es del interés de los señores representantes.

Ya sabemos que el Congreso actual difícilmente llega a consensos para aprobar algo y que de no mediar algún estímulo que llegue a ser lo suficientemente consistente como para mover voluntades, aquí no se aprobará prácticamente nada y el Congreso seguirá languideciendo en medio de la indiferencia de una población que no los toma en cuenta, que no se siente representada, pero que tampoco mueve un dedo para que se pueda avanzar hacia una depuración como esa de la que tanto se habla en algunos medios.

Tristemente la corrupción no parece constituir, tampoco, un asunto de fundamental importancia para la ciudadanía y no son pocos los que se muestran ya hastiados de tanto hablar de ese tema y de los temores que genera porque, dicen, prácticas comunes en la realidad guatemalteca se han ido deteniendo y frenan con ello la economía porque la gente tiene miedo de que pueda iniciarse alguna acción legal en su contra. Y es que llegamos a asumir con tanta normalidad la vida en medio de la corrupción que nos cuesta mucho entender que puede haber otra forma de realizar las cosas y de hacer negocios, especialmente con el sector público.

Es preocupante ver que dos años después de que se hizo todo el revuelo porque se estableció la participación de los altos funcionarios en el negocio del contrabando, ni siquiera ese caso ha podido avanzar de conformidad con los plazos procesales porque cada día surgen nuevos obstáculos para entramparlo todo. Y no se reacciona ante esas formas tan burdas de obstaculizar la justicia porque damos por sentado que así ha sido siempre todo y que así seguirá siendo. Los casos burdos del alzamiento de los bienes de bancos, con millonarias pérdidas para los ahorrantes, son una muestra de que en Guatemala confiar en la aplicación de la ley es realmente una ilusión carente de sentido porque existen formas y procedimientos que aseguran que, contra cualquier mar de pruebas y contundentes procesos, se puede estirar la pita sin ninguna complicación.

Ayer se publicaron en algunos medios declaraciones de gente que participó en la convocatoria a los movimientos de abril de 2015 y se puede notar en todos ellos satisfacción por los logros, pero no preocupación por la ausencia de resultados concretos no sólo en términos procesales sino, peor aún, en lo que tiene que ver con cambios al sistema para atajar la corrupción. En esos términos, hablar del Día de la Lucha Contra la Corrupción como que no tiene todo el sentido del mundo.

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