Ayer comentamos que en el Ministerio de Comunicaciones se está buscando una “negociación” con la empresa Odebrecht, mientras que en el resto de países de América Latina hay una carrera contra el tiempo de los Estado por recuperar el máximo de sus recursos mal administrados por medio del tráfico de influencias y el pago de mordidas. Hoy el Ministro niega escuetamente lo expresado por sus subalternos
Hemos criticado esa postura porque creemos aberrante que se insista en pactar para legalizar negocios jurídicos que tienen origen en el soborno y la mordida, lo que envía un pésimo mensaje a la población.
Sólo nos faltaría que ahora se nombre a un interventor para Odebrecht que venga a pedir que se pongan peajes en las carreteras que dejó a medias para que puedan cobrar un poco y no caer en pérdidas, sobre todo si resulta que traspasaron el negocio a otra persona, Sinibaldi por ejemplo. Así de ridículo es el rol que se ha jugado para que TCQ funcione “con total normalidad”, como dice su interventor.
Y el problema en el país es exactamente ese. Cualquier hecho corrupto o lo que hagan los agentes de los corruptos termina siendo visto como normal. Las acciones que se realizan en nombre de “hacer billete” no importa qué lleven. Simplemente, se busca esa forma de actuar “con total normalidad”.
Los intereses del Estado de Guatemala, tristemente, siempre han ido quedando en el último lugar. Resulta que la misma Procuraduría General de la Nació dejó de ser la defensora de los derechos del país, asumiendo posturas contradictorias en sus actuaciones y pareciera que es, como reza el dicho, “dependiendo del color”.
Lo que nos queda claro es que no es una prioridad el defender los intereses del Estado de Guatemala. Ha sido y seguirá siendo para los que están comprometidos con la transa, defender las prácticas que en nombre de las “reglas claras” con que pactan los negocios corruptos.
Mientras Guatemala no entienda que no hay medias tintas en cuanto a corrupción y transparencia, nunca lograremos salir del terrible bache en que nos encontramos y con el que terminamos de condenar a los que no tienen oportunidades ni servicios mínimos.
No se es un poco más transparente, un poco menos corrupto o un poco más legal. Simplemente, se es honrado o se es corrupto; se es opaco o transparente; se es legal o ilegal. Y nuestras autoridades, los casos de TCQ, ahora el de Odebrecht que sigue la misma lógica y la defensa de esos negocios embadurnados con coimas, no son transparentes, menos honrados y siguen siendo ilícitos.