Gladys Monterroso
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«La gente que se ama a sí misma no hace daño a otra gente. Cuando más nos odiamos a nosotros mismos, más queremos que otros sufran.»
Dan Pearce.
El acoso como tal, ha existido desde que el ser humano vivió en sociedad, aunque en muchas ocasiones no se puede distinguir o asociar determinada conducta violenta, que ejerce una persona sobre otra, con el mismo.
Concurren determinadas formas de ejercer presión sobre la persona más débil dentro de dos, o de un grupo de personas, que se sienten intimidados o presionados directamente por un grupo o individuo en particular.
En la colectividad en la que vivimos, especialmente la nuestra, el ejercicio del poder en determinados individuos, les ciega de tal forma, que mientras se encuentran en ese espacio de confort, se creen dueños de vidas para discriminarlos y vejarlos emocionalmente, hasta conseguir sus propósitos, la mayoría de las veces, siempre con objetivos malsanos.
Podemos identificar varios tipos de acoso, pero en el presente nos centraremos en el acoso material moral y emocional, que sufren los individuos como consecuencia del abuso de poder, de quien de momento detenta el poder, llevando al acosado a situaciones desesperantes, que en algunos casos, terminan con decisiones de las que no se puede regresar.
En todas las sociedades, se viven este tipo de circunstancias, pero en países como el nuestro, esta situación se torna bastante más difícil de sostener, aunque pudiésemos ser más fuertes por nuestro mismo entorno, no significa que no afecte nuestro yo interno, y por lo tanto nuestras circunstancias, pero, aunque podamos vestirnos con piel de danta, está ahí, presente marcando vidas, que en muchas ocasiones toman boleto de ida sin regreso, pero ¿Dónde principia y termina el acoso? Depende en muchas ocasiones de varios aspectos, el lugar, las personas, y el objetivo del mismo.
En el aspecto laboral, el mismo se establece, dentro del ámbito del trabajo, el sujeto del mismo es el trabajador al que se le recarga en forma indiscriminada el trabajo, hasta llevarlo a la desesperación, o a la pérdida del mismo, en la mayoría de los casos, esta situación se prolonga más allá del final de la relación laboral, trasladándose el mismo, a la vida personal del extrabajador, como el hecho de lanzar la información y de esta forma bloquear al exsubordinado una nueva relación laboral.
En casos concretos, esta misma situación ha llevado al extrabajador a problemas de toda índole, desde familiares como la destrucción de los hogares, hasta ponerle fin a su propia vida, al verse imposibilitado de continuar con una nueva relación laboral, y lo antes mencionado no se encuentra fuera de contexto, es una realidad de la que hemos sido observadores, o conocemos de cerca un caso con el que identificamos lo anteriormente expuesto.
El acoso moral o psicológico ha sido identificado por los terapeutas en dos fases, 1) Que tiene como objetivo desestabilizar emocional y moralmente a la víctima del mismo, y 2) En la que pasan a las acciones violentas, que pueden ser físicas o por medio de actos, acciones o el lenguaje.
Desafortunadamente sin importar si se es hombre o mujer, cualquiera puede ser mutilado en su yo interno con este tipo de acoso, si, no me refiero a lo que establece la legislación, que ha sido de mucha ayuda a las mujeres maltratadas, el acoso psicológico que no se encuentra normado en un 100%, también lo sufren los hombres, aunque en menor porcentaje, pero no por ello invisible, tanto de la misma compañera de vida, de otros hombres en el ámbito laboral o familiar.
El acoso por lo tanto es un mal social, al que desafortunadamente como sociedad aspiramos a combatir, hasta desaparecer, pero el que históricamente ha estado presente, y aparentemente estará ahí, desafortunadamente para el ser humano, mientras este exista, para ejemplos contamos con muchos, baste leer las redes sociales, los medios de comunicación tradicional, en si la sociedad en general.