Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
A pesar de que es lógico pensar que la última elección fue una especie de loteriazo para el Presidente Morales, de todos modos terminó siendo una elección en la que el soberano generó un mandato para el electo. Y en un país como el nuestro, donde las campañas políticas son carentes de contenido, de compromisos claros porque se ganan los votos a cambio de cancioncitas más o menos pegajosas y slogans vacíos, como el de la mano dura o el de que la violencia se combate con inteligencia, seguramente que el mandato del 2015 fue el más claro y categórico de los que han otorgado los ciudadanos a cualquiera de nuestros gobernantes, porque sin qué ni para qué, simplemente por no ser del montón de políticos ya identificados como corruptos y sinvergüenzas, se eligió a Morales. Por supuesto hay que empezar preguntando si conocen el significado de “mandato”, pero supongamos que sí.
Eso quiere decir que la gente, harta de lo que había visto cuando se destapó la corrupción gracias a la CICIG y el Ministerio Público, decidió no votar por ninguno de los rostros marcados con la “C” de la corrupción y la “I” de la impunidad. Se las jugó con un salto al vacío votando por alguien de quién literalmente no sabía nada y cuyo único mérito era, cabal, ser un absoluto desconocido. Y no fue únicamente el voto capitalino ni siquiera el voto urbano. Fue un vuelco de la población del país para rechazar a la sarta de “dirigentes” que representaban la política tal y como la veníamos conociendo.
Morales nunca entendió eso porque demandaba, de entrada, mucha humildad reconocer que fue electo como el “peor es nada” o el que mereció el voto por no tener ninguna ejecutoria que acreditar, más que la de haber sido un cómico de medio pelo, si somos generosos con la crítica.
Pero el caso es que la gente demostró que no quería más de lo mismo y, en consecuencia, el deber de Morales era convertirse en el mandatario encargado de ejecutar ese mandato, cosa que no ha sabido hacer porque el país no ha tenido un liderazgo correcto para salir del atolladero. Si el Presidente hubiera entendido el mandato no permite que se conforme su bancada con la escoria que precisamente el pueblo había rechazado. No se hubiera convertido en instrumento de un grupito de militares que tenía su propia agenda de cooptación ni reparte puestos entre los que le habían conseguido fondos que, de todos modos, nunca fueron oficialmente declarados ante el Tribunal Supremo Electoral.
Hubiera sido el Presidente que convoca a ese pueblo a la plaza para depurar al Congreso e iniciar la transformación del país. Nunca lo pudo, supo o quiso hacer y hoy vivimos las consecuencias de esa forma de traicionar un mandato muy claro.
Sin embargo, pienso que su mandato fue por cuatro años y que todavía está vigente y que si él entiende para qué lo eligieron verá que no fue para administrar la crisis ni para continuar protegiendo al sistema corrupto. Morales tiene la capacidad de convocarnos como pueblo, llamar a una consulta popular o simplemente a la plaza, para que la depuración absoluta sea una realidad.