Alfonso Mata

Nuestra sociedad contemporánea es llena de contradicciones. Nuestra socialización actual, con su crecimiento continuo de incomprensiones, prolonga la evolución de inequidades e injusticias (de qué otra forma podríamos explicar los niveles de pobreza y extrema pobreza) sin que lleguemos a unificar conciencia de nuestra nacionalidad y converjamos en ella. Ante esa situación, ni el político, ni el jurista, ni el economista y administrador, bajo la presión de los hechos diarios, hacen algo para tratar de converger en lo común que pueda permitirnos EMPEZAR. Los guatemaltecos somos diferentes, pensamos diferente; pero estamos de acuerdo, en que necesitamos apretar riendas, para salir del caos en que hemos caído.

Todos sabemos y sentimos, que requerimos una nación que permita a todos acceder a los derechos de educación, la salud, la justicia; a un comienzo de planificación equitativo y justo de esos derechos, que conduzca a la prosperidad de las familias, que dé lugar a verdaderas estructuras en busca de igualdad en la adquisición de esos derechos para y a todos sus miembros y no como un mandato sin articulación, sino como una oportunidad abierta. En cuestiones de desarrollo, no basta que unos cuantos lo logren, se necesita de «una mayoría». Una sociedad de derechos no se puede construir «aplastando personas, sino perfeccionándolas». Tampoco se puede pretender vivir decorosamente entre semejantes, sin consentir que esa sociedad se destaque por su amor a la personalización. Formar personas (personalización) demanda desarrollar en ellas todos sus potenciales biológicos, sociales y psicológicos, darles la posibilidad de usarlos y de fortalecer con ello su capacidad de preparar los caminos futuros de su porvenir.

No es posible formar y conformar una nación, cuando esta vive simultáneamente varias edades de desarrollo y si entre ellas en lugar de bordear y compartir cumbres, se vive entre sus abismos, eso le crea muchos tormentos.

Se hace pues necesario, que comprendamos lo esencial de nuestras convergencias y no que remachemos y nos escondamos entre nuestras divergencias, que lo que han construido, son ruinas, fósiles y cenizas para muchos. Debemos convencernos que lo único que merece la pena de apostar e invertir en ello, es lo que todavía no ha existido y debe existir. El único descubrimiento digno de nuestro esfuerzo, es la de construir un futuro justo y equitativo para todos. No creo que en ello haya oposición alguna.

Lo anterior, debe obligarnos a reflexionar sobre los acontecimientos que vedan la personalización y que con ello fragmentan nuestra sociedad. Esa reflexión, debemos integrarla en un sistema de pensamiento y considerar su peso sobre nuestro futuro para luego «actuar» no bajo encadenamientos definitivos, sino a través de manojos de ejes progresivos, de líneas de penetración, a través de las cuales se pueda «entreabrir» el futuro de todos y cada uno.

Estamos viviendo una época interesante, dramática y desgarradora, cargada de acontecimientos de todos los matices: violencia de todo tipo, movimientos políticos enfrentados únicamente para dominar, en donde la fe en la paz, la justicia y la prosperidad, queda lejana para nuestra nación. No cabe duda de que el mundo del derecho al trabajo es el eje y motor y que es alrededor de cómo éste establece formas de comunicación, de pensamiento y de relaciones sociales, en que los pueblos progresan y son creadores de ello. No creo que alguien no esté de acuerdo, en que debemos ir más allá de producir solo para la subsistencia. Debemos caminar cada vez más, bajo leyes más justas e incluyentes, que hagan del trabajo la base del desarrollo humano. Es claro que para lograr eso, hay que superar conceptos como clase, grupos, etnias, por el de dinámica cambiable social.

Por lo tanto, necesitamos crear e imaginar un mecanismo de asimilación cultural y de adaptación social incluyente, que pase a ser preponderante en igualdad de oportunidades, para dar vida a ciudadanos con «derecho». Para eso necesitamos de un encuentro fructuoso entre los que son y los que necesitan ser, que muestre lo que podemos tener en común, en vez de empeñarnos en subrayar, como hasta ahora, lo que nos separa. Solo así podremos encontrar, qué orientaciones nos convienen y dejaremos de lado justificaciones ideológicas de oposición y oportunismo, que lo único que han logrado es hundirnos.

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