Dra. Ana Cristina Morales

Este artículo se basa en el trabajo de investigación de la trabajadora social estadounidense, Brené Brown. Quien, de manera puntual, plantea que la vulnerabilidad, es vista de una manera equivocada. Ya que, no es debilidad, sino, el coraje propio a cada persona, de aceptarse a sí misma, como alguien imperfecto.

Encuentro para el desarrollo de este tema las siguientes frases de diferentes autores: Reconocer las emociones es reconocerse vulnerable/ Las personalidades especialmente exquisitas son más vulnerables que las más zafias; del mismo modo que una taza es más frágil cuanto de mayor calidad sea la porcelana/ El ser humano es criatura vulnerable y urgida de compañía/ Todos terminamos siendo vulnerables alguna vez/ La perfección es una pulida colección de errores/ Quién lo diría, “los débiles” de veras nunca se rinden/ aceptar nuestra vulnerabilidad en lugar de tratar de ocultarla es la mejor manera de adaptarse a la realidad/ Cuando haces algo que merece realmente la pena, te sientes invencible, aun siendo vulnerable/ La vulnerabilidad es el lugar de nacimiento de la conexión y la ruta de acceso al sentimiento de dignidad. Si no se siente vulnerable, el intercambio probablemente no es constructivo. Y de esta manera comenzamos la reflexión de los posibles significados asignados a la vulnerabilidad.

La autora nos explica acerca de dos términos necesarios de diferenciar. La culpa, que es un sentimiento que surge por una sanción contra nuestros actos, y la vergüenza, que es el castigo infringido por ser, quien se es. Los seres humanos se encuentran programados para la conexión, el amor y la integración. Así que, la separatidad, la desconexión o el rechazo son causales de miedo.

Estar desconectado es doloroso, sentirse desconectado lo es más, y sentirse merecedor de estar desconectado duele, todavía más. Nos provee la siguiente concepción: cuando las personas se sienten vistas, oídas, valoradas y cuando pueden dar y recibir sin ser juzgadas, existe conexión. Cuando emerge el deseo innato de formar parte de algo más grande que uno mismo, existe integración. Y la integración auténtica se observa cuando nos presentamos al mundo con nuestras imperfecciones y convencidos que somos merecedores de que nos brinden la mano.

La vergüenza es un mecanismo de desconexión en el que nos protegemos de la vulnerabilidad. Es el sentimiento intenso de dolor por creer que somos imperfectos, por lo tanto, indignos de amor y de integración. “Resulta que la vergüenza es muy fácil de entender como temor a la desconexión. Hay algo de mí que, si otra gente lo sabe o lo ve, no voy a ser digna de entrar en contacto con esos otros. Lo que puedo decirles sobre la vergüenza es que es universal; todos la tenemos. Las personas que no sienten vergüenza no tienen capacidad de empatía o conexión humana. Nadie quiere hablar de eso y cuanto menos uno habla de eso, más lo padece”.

Frente a la vergüenza, se presenta la dignidad, el concepto de ser “merecedor de algo”. Pero, la persona digna, es merecedora de todo.

Como corolario de lo que describe la autora: Solo quien tenga el coraje de ser imperfecto, y la autenticidad de renunciar a quien pensaba que debería ser, para ser lo que en verdad es. Puede gozar del privilegio de vivir en la vulnerabilidad. La gente que tiene un sentimiento profundo de amor y pertenencia; cree que es digna de amor y pertenencia. Y para esta autora e investigadora, la parte difícil que evita que nos conectemos. Es precisamente nuestro temor a no merecer la conexión.

En la investigación que realizó, encontró que: las personas que tuvieron el coraje -el corazón- de ser imperfectas. Tuvieron la compasión de ser amables primero consigo mismas, y luego con los demás. Y de ello, reflexiona, que no podemos practicar la compasión con otras personas, si no podemos tratarnos con amabilidad.

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