Juan José Narciso Chúa

Alicia Bárcenas quien es la actual secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, acaba de ofrecer una conferencia en Argentina, en la Universidad Torcuato Di Tella, que denominó «Desafíos de la Implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible» y resultan interesantes los factores que señaló como condiciones esenciales para avanzar en la senda del desarrollo, justamente una de las temáticas que en Guatemala ha quedado prácticamente soterrada, puesto que no se abre el debate alrededor del desarrollo como punto de llegada que necesita del crecimiento económico, pero que en esencia son conceptos distintos, aunque ciertamente el desarrollo necesita del crecimiento económico, pero el segundo representa una etapa en donde se generan condiciones de bienestar para las personas que conviven en una sociedad. Un hecho que va mucho más allá de únicamente quedarnos en la discusión de si el PIB creció o no va a crecer, ciertamente una discusión importante, pero que el desarrollo representa un estadio superior, ni el crecimiento es el desarrollo, ni el desarrollo ocurre sin el crecimiento.

Justamente inicia Bárcenas afirmando que la región latinoamericana «se estanca en lo económico y en lo social», una dualidad que representa que desde hace años nos ha venido erosionando la conducción política del Estado, así como constituye un auténtico flagelo, pues la desigualdad continúa creciendo con sus expresiones de pobreza, pobreza extrema, informalidad y migración.

En lo económico, la región latinoamericana ha acumulado ya cuatro años de contracción de sus exportaciones -es igual en el caso de Guatemala-, así como la región también registra hoy bajas tasas de crecimiento, a pesar de ello Guatemala muestra tasas de crecimiento del PIB superiores al promedio del PIB en América Latina y el Caribe.

También hace mención la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL que la región muestra bajos niveles de productividad, así como rezagos importantes en competitividad. Ciertamente, no contamos con datos duros y fiables con respecto la productividad, pero se reconoce que nuestro nivel de productividad -medido por la cantidad de unidades de producción medidas en términos de la variable tiempo, es relativamente baja-, y en el caso de la competitividad, a pesar de que Guatemala cuenta con ventajas comparativas naturales para el comercio internacional, tales como la cercanía a mercados grandes vecinos, como México, Estados Unidos y Canadá, todavía no hemos generado mejores condiciones para ser mayormente competitivos, como una pésima infraestructura de carreteras; una mala dotación de equipamiento en puertos y aeropuertos -lo cual implica costos altos y resultados poco eficientes-, e igualmente los procesos de exportaciones e importaciones todavía son burocráticos, pesados, cambiantes y se rigen por extrema discrecionalidad de empleados, fuera de la presencia de la corrupción como telón de fondo a este entramado burocrático.

Otro de los factores que menciona Alicia Bárcenas hace hincapié en que los países de Latinoamérica y el Caribe muestran bajos niveles de recaudación tributaria; una situación que también es una realidad, a pesar de los esfuerzos y buenos resultados que ha mostrado la actual gestión de la SAT, puesto que la autoridad tributaria en Guatemala era uno de los eslabones de la impunidad, pues no sólo no se pagaban impuestos, sino además se le sacaban recursos al Estado por medio de triquiñuelas tributarias -hoy los casos de este tipo abundan y con nombres y apellidos-, pero también el sistema se encargó de generar una estructura tributaria, además de ser permanentemente regresiva en su composición -predominan los impuestos indirectos, con respecto los directos; un resultado de la presión de las élites para no pagar impuestos-, pero también se han construido un conjunto de privilegios para evitar el pago de impuestos por medio de artificios como las zonas francas y las leyes de inversión y empleo, que únicamente constituyen espacios y formas para la evasión tributaria.

Otro factor que tampoco ha sido tomado en serio en Guatemala, es la sostenibilidad ambiental, un aspecto crucial para la vida de la humanidad y, ni hablar, de nuestra sociedad, pero se ha querido soslayar adjudicándole a los grupos e instituciones vinculadas seriamente a estos temas, acusaciones de alarmistas y hasta eco histéricos, para soslayar esta discusión tan trascendental para nuestro país. La sostenibilidad ambiental no es más que el reconocimiento de la necesidad de generar inversiones amigables con el medio ambiente, que implican inversión, así es, pero este costo es mucho menor que el costo de continuar con una degradación ambiental de magnitudes impredecibles para nosotros como país. El costo de oportunidad de iniciar la conversión hacia lo sostenible es apremiante.

En fin, Alicia Bárcenas sugiere la necesidad de llegar a acuerdos por parte del Estado, la Sociedad Civil, los empresarios y la clase política; de otra forma, seguiremos creciendo económicamente, pero en una forma modesta, dejando en ese caminar sin sentido, las profundizaciones de un modelo de desigualdad, que no soportará ya más. La economía demanda seriedad, al igual que lo social, ambos aspectos están mutuamente interrelacionados, es tiempo de abrir el debate serio en este sentido, luego, podría ser muy tarde.

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