Eduardo Blandón
Siendo un político como el que soy, avezado y de grandes ligas, y no es arrogancia, no soy ningún novicio en el oficio, ni menos aún un advenedizo, soy político de cepa, con trayectoria y pedigrí. Siendo el que soy, me pregunto si tiene sentido continuar con mi trabajo cuando el mundo ya no es el que era. Se nos difama, desprecia y humilla, como si fuéramos infelices, parte de un grupo paria que no merece vivir.
Y no es que haya amanecido sensible, sino más bien, si se puede decir, abrumado de realidad. Este mundo ya me es extraño. Y cómo no iba a serlo si antes era menos peligroso hacer negocios, defraudar al fisco y sacar provecho de proyectos de aparente beneficio comunitario. Hoy es, todo, cuesta arriba, complicado, arduo. Se nos trata como cualquier obrero, asalariado o trabajador de maquila. Es triste.
De un tiempo para acá, incluso muchos nos preguntamos si vale la pena batallar contra ese ogro que nos persigue y desvela. Esa bestia apocalíptica que en nombre de la justicia nos pisa los talones. Sí, es una lucha entre el bien y el mal, pero quién reconoce la pureza de cada una de las partes y la juzga. Con el tiempo, la gente se enterará que los que hoy parecen inocentes palomas, inmaculadas monjas de clausura, son rastreras serpientes y monstruos golosos, con avidez de poder y fortuna.
No quiero que se mal interprete. No me hago el mártir. Quiero decir que ser político ahora requiere de más cintura que antes. Exige siempre audacia, eso sí, pero también el afinamiento olfativo, la sensibilidad de quien sabe captar la fuerza de los vientos. Capacidad de maniobra, cálculo y mucha sonrisa optimista. Joder, la cara de felicidad no nos puede faltar. Le llaman hipocresía, pero es otra cosa. Hay gente que no entiende.
En días como hoy, me da por filosofar, aunque lo mío sea la acción. Desperezado, casi por empezar el día, me preguntaba por el sentido de mi oficio. Carajo, que sin los incentivos, qué es la política. Me gustaría preguntarle al señor, ese de la CICIG, licenciado Velásquez, ¿si nos quita los incentivos, para qué sacrificar los días en el Congreso o en un Ministerio? Coño, mejor se dedica uno a dar clases, escribir columnitas de opinión o volver al consultorio como dentista. Es que realmente tenemos que ser realistas y empezar a recular para volver donde estábamos. Debemos ser serios.