María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

La Semana Santa es para todos los cristianos el recordatorio del génesis de nuestra fe. Al conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, se aviva nuestra esperanza de la salvación. En Guatemala, la celebración tiene expresiones culturales muy particulares que se han vuelto un atractivo para locales y extranjeros. En estas fechas es posible admirar una gran cantidad de devotos en las calles, no solo admirando la belleza que esta época tiene para ofrecernos sino poniendo de manifiesto su fe, que en este tiempo debería vivirse intensamente.

Fui educada en la fe católica, pero disto mucho de poder llamarme una cristiana ejemplar, mis defectos son múltiples y verdaderamente me resulta complicado cumplir a cabalidad lo establecido en el Catecismo de la Iglesia. Por tal razón, evito identificarme con símbolos y emitir discursos normativos que puedan demeritar a otros católicos cuyo camino de santidad es digno de admiración. Sin embargo muchos toman esto a la ligera, resulta muy fácil predicar, pero cuando llega la hora de actuar las cosas se tornan un poco más complejas.

Acudí a las calles del Centro Histórico a presenciar el paso de las procesiones, no pude evitar percatarme de la poca disposición que tenía la mayoría para siquiera en esos días de reflexión vivir la religión de la manera que se nos pide. Las calles estaban llenas de basura, a pesar de existir cubos para colocar los desechos se prefirió la comodidad a actuar correctamente, los conductores de vehículos no respetaban las vías establecidas causando más caos del que presupone este tipo de actividades; además, las calles estaban inundadas de un fétido olor a orines que se desprendía de paredes y banquetas.

Ser buenos cristianos, o ser fieles de cualquier religión que se profese, implica también ser buenos ciudadanos, ¿cómo podemos cumplir la ley divina si no estamos dispuestos a cumplir con la ley terrenal?

Es sorprendente que siendo uno de los países con más creyentes y devotos seamos también uno de los más atrasados, pobres y corruptos del mundo. Muchos afirman que la religiosidad de un país es directamente proporcional con su subdesarrollo ¡vaya paradoja! Mientras más consciencia se tiene sobre cómo debería prevalecer el bien común sobre el individual debería ser más fácil alcanzar objetivos comunes. Muchos dirán que la religión es el opio del pueblo, que su misión es mantenernos ignorantes, pero creo que hoy menos que nunca esto es una realidad.

No podemos llamarnos cristianos si calumniamos, si no pagamos nuestros impuestos, si no estamos dispuestos a cumplir con la ley, si, a pesar de tener un sticker del rosario o de Jesús en nuestro vehículo, hacemos doble fila o nos pasamos los semáforos en rojo.

La religión no se limita a los ritos ni a manifestaciones externas, debe experimentarse dentro de cada uno estando dispuestos a vivir una verdadera metanoia. Tampoco nos exige ser perfectos, pero si a mantener una lucha constante por hacer el bien y hacer lo correcto. Que este tiempo de pascua nos sirva de reflexión para morir a nuestros viejos seres y renacer más dispuestos, y así, a través de la fe en nuestro poder superior sea cual fuere, el amor, la verdad y el servicio, podamos todos juntos construir un mejor país.

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