Juan Jacobo Muñoz Lemus

Es inútil tocar ciertos temas intentando ser explicativo; cualquier polarización hace que se corra el riesgo de ser injusto. Pero pareciera que en el afán de ser reconocido, el ser humano se liga con muchas ideas y hasta podría decirse que quiere que lo miren, para que le digan dónde está.

La técnica de no obviar lo obvio, ni caer en explicaciones lineales de causa y efecto o de contigüidad, puede ser útil, porque si una cosa pasa después de otra, no significa necesariamente, que sea consecuencia de la primera.

Concretos como somos, los seres humanos concluimos fácilmente sobre cualquier tema. Esgrimo algunas ideas en esta línea: Jesús es un extraterrestre porque su padre no es humano. La iglesia no debe prohibir el tema de los muertos vivientes si Jesús resucitó de entre los muertos. A un Dios perfecto, no le habría salido malo el Diablo. Hechos a imagen y semejanza de Dios, no pecaríamos.

Igual podría hablar sobre instinto maternal, amor filial, supervivencia, miedo a morir, o cualquier cosa. Por ejemplo; hay mujeres que no imagino con un patán, pero su autoestima sí. Mezclas de hombres que dicen deseo y no amor, con mujeres que dicen amor y no lo que desean. Podría acuñar la frase, dime cuáles son tus complejos y te diré con quién vas a andar. Tal vez el amor sea difícil, pero nos ayuda a vernos tal cual somos. Y así, es común que a las mujeres les quede pequeña su pareja, o dicho de otro modo, hay demasiados famosos infames que aunque se sientan lo que quieran, no deberían lograr que otros participen en la imagen que ellos tienen de sí mismos.

Desde que entendí que soy una pantalla de proyección, vivo más en paz. Si la gente tuviera siempre razón en lo que ve en mí, tendría que odiarme a mí mismo. Ojalá pudieran recordarlo a uno, mejor de lo que uno es y no peor, como muchas veces ocurre; pero es la costumbre asumida por una mala herencia de viejas generaciones que valora al sufrimiento como virtud, y tener a quien culpar tranquiliza.

Está bien que se vean algunas cosas, pero está mal que no se vea todo. La belleza por ejemplo, nos molesta por su hermosura, pero puede que también nos veamos horribles ante nuestros ojos, y ese sea el germen del odio, nuestro propio desprecio, y si preguntamos cómo matamos al amor, no podríamos entre tanta histeria, distinguir la historia de muertes anunciadas y asesinos en serie.

Perdimos el camino. Lo que debía ser una búsqueda se convirtió en dogma, y la vida interior dejó de ser íntima y tornó en doctrina. Olvidamos pertenecer al universo y sucumbimos a las demandas de una época y sus estratos, con mala disposición al orden natural que creemos anti libertad, y de ahí que queramos siempre estar intoxicados con algo, y aferrados a lo que estanca y manejando con seguro; y si hay un accidente, el seguro paga.

Ser libre no es opción, el estado de ánimo oficial es la amargura y lo que abunda es la escasez. Tememos a lo que no existe, aunque tal vez a eso si habría que tenerle miedo. El apego se parece al amor, el dinero a la libertad y el conocimiento a la sabiduría, hasta sentirse un cascarón vacío de uno mismo que hay que llenar con historias cargadas de errores de otros.

Quien no atiende sus potencias es una anomalía y se convierte en un hoyo negro. El camino hacia adentro es en solitario, y quien atiende su ser, ayuda un poco; no puede hacer otra cosa, no le alcanza para más.

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